imitación de Victor Hugo) ::: EL HOMBRE Bajo mi pie la tierra es de granito, los arroyos de sólido cristal, y la hervorosa sangre se congela a los besos del
ábrego glacial.
Olegario Víctor Andrade
Allí a merced del ábrego tendida de remate sirviéndola tremola una bandera sola: y esa bandera sobre el bosque erguida de aquella tierra protectora ejida es bandera feudal, y es española.
Mas él, con tino ardiente, poderoso las Ceraunias puntas encumbradas, el Ródope o el Ato montuoso derrueca; y luego al punto, desplegadas sus alas, se redobla furioso el Ábrego y la lluvia, desatadas las nubes, espesísima; al crecido viento la playa y bosques dan bramido.
¿No ves tu costado desprovisto de remos, rotas tus antenas y tu mástil quebrantado por la violencia del Ábrego, y que sin cables ningún bajel es capaz de resistir el imperioso oleaje?
Cerraron de tropel con el mar, y lo revolvieron hasta sus más hondos abismos 85 el Euro, el Noto y el Ábrego, preñado de tempestades, arrastrando a las costas enormes oleadas.
Dadme fuerza y valor para que mire de un amigo los restos terrenales, y el hálito del
ábrego respire que apaga de la vida los fanales.
Olegario Víctor Andrade
Como los focenses, maldiciendo su ciudad, abandonaron sus campos, sus patrios Lares y consintieron que profanasen sus templos los jabalíes y rapaces lobos, huyamos adonde nos empuje Ia suerte, adonde por medio de los mares nos lleven el Noto o el Ábrego violento.
XXIII A FÍDILE Sencilla Fídile, si en la luna creciente elevas al cielo las manos suplicantes y ofreces a tus Lares el incienso, los granos recién cogidos y el sacrificio de una ávida puerca, ni la fecunda vid padecerá el rigor del Ábrego pestilente, ni tus mieses el anublo que las hace estériles, ni las tiernas crías de tus ganados la influencia maligna del otoño rebosante de frutos.
Había llegado el mes de noviembre, lúgubre mes en que parece oírse, al través del suelo empapado en lluvia y entre el silbo del ábrego, choque de huesos de difunto y sordas lamentaciones extramundanales.
Hoy rueda como rama que el
ábrego arrebata, bañando con su sangre las márgenes del Plata, sufriendo de sus hijos la saña y ambición, ¿Qué mano misteriosa grabó sobre su frente con lágrimas y sangre la marca repelente, que cubren los girones del patrio pabellón?
Olegario Víctor Andrade
El palacio, la cabaña Son mi asilo, Si del
ábrego el furor Troncha el roble en la montaña, O que inunda la campaña El torrente asolador.
José de Espronceda
La música comprendo Que en las volubles hojas Resuena a la presencia Del céfiro fugaz; Y entiendo en el otoño El ¡ay! de sus congojas Con que piedad imploran Del ábrego tenaz.