Es la noche del 24 de diciembre: ya la grave campana de Santángelo se prepara a herir doce voces el
aire y la carroza pontifical, sin escolta, sin aparato, se detiene al pie de la escalinata de Trinità.
Emilia Pardo Bazán
Y siguen acudiendo desarrapados y con las carnes al
aire, lisiados, enfermos, famélicos, tristes, venidos de todos los confines de la Tierra.
Emilia Pardo Bazán
Y al rodar del tranvía, que apresuraba su marcha, el vacilar de la luz de la linterna que se proyectaba sobre los vidrios nublados por el cielo del
aire exterior, Revenga quería dominar una tristeza inconsolable, una amargura que le inundaba como ola de hiel.
Emilia Pardo Bazán
Manuel se echó la carabina a la cara y apuntó al gitano. Pero otro miguelete tuvo tiempo de mudar la dirección del arma, y el tiro se perdió en el
aire.
Pedro Antonio de Alarcón
--Son las nueve.... (pensé.) Pero ¿de qué día? Una sombra más obscura que el tenebroso
aire de la prisión se inclinó sobre mí. Parecía un hombre...
Pedro Antonio de Alarcón
La taciturnidad del trabajo monótono pesaba sobre los espíritus, adormilándolos, como si el
aire que sus pulmones absorbían afanosamente en el trajín les barriese las ideas del seso.
Emilia Pardo Bazán
El trabajo de excavación ha abierto en ella una cava, que ya ofrece sombra cuando el calor arrecia, en aquella hondonada que limitan dos taludes y que no refresca el abanicar del
aire de la ría.
Emilia Pardo Bazán
No vieron sino la rotación deslumbrante de sus ruedas amarillas. Flotó en el
aire un tufo de bencina, exasperado por el calor. Aún no se había disipado, cuando asomó por la carretera un cura de aldea, caballero en un borrico.
Emilia Pardo Bazán
Tan despacio avanzaba, que el jinete tuvo tiempo de observar sobre las cabezas de los tres jornaleros algo que le llamó la atención. Era una enorme masa de tierra, suspendida, por decirlo así, en el
aire.
Emilia Pardo Bazán
Raimundo, por su parte, ni se volvió. Enfaenado, cayéndole una gota de cada pelo, sin
aire ya para sus chicos pulmones, se puede creer que ni oiría.
Emilia Pardo Bazán
La naturaleza estaba vacía y solemnemente muda; ni un soplo de
aire agitaba las hojas; el mismo regato, tan cantador y vivo, los pardillos y gorriones inquietos, dijérase que callaban y se adormían inmóviles.
Emilia Pardo Bazán
Arrancóle la pistola, que arrojó al seto, y después le echó al cuello las recias y toscas manos, y apretó, apretó, apretó... El pinar, el cielo, el
aire, cambiaron de color para el pobre abad.
Emilia Pardo Bazán