-Mira -balbució ella, no sin un poco de
sobrealiento y con la cara encendida-, tu conversación interesa; pero es la hora en que a algún amigo pueda ocurrírsele venir, y sabe Dios lo que pensarían...
Emilia Pardo Bazán
-Aquí la traigo... Entre las ansias del
sobrealiento y el impulso irresistible de rendir pronto lo que no era suyo, Natario jadeaba.
Emilia Pardo Bazán