Pastor que guías las nevadas greyes de la ardua sierra a los tendidos llanos; tosco labriego que con tardos bueyes rompes los anchos campos castellanos; tú, que pueblas con vides las laderas; tú, a quien sus frutos de oro dan el naranjo umbroso y las palmeras; tú, que audaz buscas en remotas zonas el ganado tesoro, fiando al mar las combatidas lonas; virgen que con el lloro riegas hoy tus marchitas alegrías; viejo soldado que en la pobre aldea cuentas al nieto, en el hogar oscuro, las victorias sin mancha de otros días; madre infeliz, que sobre el pardo muro de la iglesia desierta, doliente apoyas las mejillas frías: todos cercadme, y cual sagrado coro clamad: -«¡Oh Patria, a quien lloramos muerta!
-¿Quién eres tú que, en la apartada cumbre, coronada de nieblas, huyes de la azorada muchedumbre y con tus sueños tu desierto pueblas?
Yo busco los tocados y los trajes poéticos que pueblas las campiñas, lo mismo en las Américas salvajes que de Champagne entre las cultas viñas; desde las blancas tocas sin encajes de la pastora Suiza y las basquiñas plegadas de Aragón, hasta el pañuelo con que ciñe la negra el rizo pelo.
Ayí está el pasáo Con sus brumas y sus nieblas, Y aquí tú, china, que
pueblas De luz mi rancho olvidáo; Ayí lo que lo he deseáo Con insensata pasión, Lo que amó mi corazón, Lo que jué mi desventura, Y aquí tú con ternura Es ya mi última ilusión.
José Alonso y Trelles
Pensamos por eso mismo que, durante la mal llamada época colonial, esta América nuestra fue en realidad, con respecto a lo sustancial, una asociación de repúblicas comunalistas que se distinguían entre sí por sus privilegios (verdaderas Cartas-Pueblas), sus riquezas o su posición geográfica.
Los cuerpos opacos pueblas con los fantasmas que evocas; y, desvaneciendo nieblas, hallas luz en las tinieblas y transparencia en las rocas.
Hoy, no, como en los tiempos de la risueña Grecia, con las sirenas pueblas tu inmensidad sin fin; hoy, cuando en tus llanuras la tempestad arrecia, no aplaca ya Neptuno tus ondas de zafir.
Hambrienta emperatriz que cada instante pueblas y ensanchas tu terrible imperio, día vendrá que tu furor triunfante cambie la tierra entera en cementerio.
Y eres entonces corazón y vida de la creación, espíritu fecundo, lengua sonora y férvida del mundo, del canto universal el diapasón; suprema inteligencia, alma infinita, que la extensión abarcas, y el vacío en tu ardiente y sublime desvarío, lo pueblas con tu aliento engendrador.
Sol, ¡mañana más radiante, En los brazos de la aurora Tornará tu encantadora Soberana esplendidez! Sol, tú ruedas por los cielos; Mas por el cielo que pueblas, Yo tropiezas con las nieblas De esta vaga lobreguez.
Tu ángel es un rayo y su cuerpo una nube... A tu canto responde un éco llorando Y tu
pueblas el mar con almas de rayos Y llenas soñando de canto a las estrellas.
Mihai Eminescu
¡Son tan pocos, es su hueste tan mezquina ante el ejército innumerable de nuestros hermanos que
pueblas los talleres, las campiñas y las entrañas de la tierra!
Baldomero Lillo