¡Mi mujer me ha llenado la casa de víboras! ¡Ha traído enormes arañas peludas que me persiguen! ¡Ahora comprendo por qué me
espiaba día y noche! ¡Ahora comprendo todo!
Horacio Quiroga
Un benemérito coronel salió de su casa con ese único fin antes que de costumbre y a duras penas logró abrirse paso entre el gentío; pero, cuál no sería su indignación al ver en el escaparate de la tienda, en lugar de la nariz, una simple camiseta de lana y una litografía representando a una jovencita que se subía una media mientras un petimetre con chaleco de solapas y barbita la espiaba desde detrás de un árbol.
Yo, silencioso, en tanto que la
espiaba, mi artística escopeta ya preparaba, y ocasión esperando, cual diestro espía, afiné cuanto quise la puntería.
José María Gabriel y Galán
El divino Epeo, arremetiendo, dio un golpe en la mejilla de su rival, que le
espiaba; y Euríalo no siguió en pie largo tiempo, porque sus hermosos miembros desfallecieron.
Homero
A la mañana siguiente volvió y me obligó a beber dos copas de cognac, que me quemaron la garganta y me trastornaron un poco. El viejo espiaba con interés los efectos del licor.
Iba a comenzar la faena de caballos. Allí esperaba yo a Bertina.
Espiaba, en el lago pérfido de sus pupilas, la agitación de la sensibilidad.
Emilia Pardo Bazán
Erdosain chupaba la flor blanca de la madreselva y el Buscador de Oro, los codos apoyados en las rodillas, miraba atentamente el suelo. Fumaba el Rufián y Erdosain
espiaba el mongólico semblante del Astrólogo, con su guardapolvo gris abotonado hasta la garganta.
Roberto Arlt
Sin duda sería alguna raposa interrumpida en sus siesta que abandonaba la guarida con su paso inquieto y cauteloso. Su constancia se vio en breve recompensada: una perdiz avanzando imprudentemente la cabeza, lo
espiaba detrás de un tronco.
Baldomero Lillo
y yo alelado pemanecía rígido, caído en el fondo de una angustia que se iba solidificando en conformidad. Y a momentos lo
espiaba con el rabillo del ojo.
Roberto Arlt
-¿Qué inconveniente habría en dividirlo? Volvió el hombre a trabajar, pero menudearon sus miradas; parecía que ahora espiaba una ocasión en que me viera distraído.
Aquella noche Carlos le pareció preocupado. Emma lo espiaba con una mirada llena de angustia, creyendo ver acusaciones en las arrugas de su cara.
Y se sobresaltó el gaucho, como si hubiera oído hablar la misma boquita del revólver, redonda, negra, reluciente, que guiada por un ojo agrandado de todo el esfuerzo de mantener cerrado el otro, y con agudeza de visión duplicada por la ceguera del compañero, espiaba cualquier gesto, cualquier movimiento que hubiese tentado hacer.