¿Quién nos consolaría, cielos? ¿Quién nos devolvería, aquellas horas
edénicas, mágicas, de inefable felicidad? Ella era una estrella, un cisne, que ya volaba a otro lago; ella iba a donde la aclamarían multitudes delirantes y donde reyes y príncipes arrojarían a sus pies cetro y corona...; pero nosotros..., ¡ay!, nosotros, ¡cuál nos quedábamos!
Emilia Pardo Bazán