Fernando rebuscó allí: era una talega de seda. La abrió, y por la palma de su mano rodó una
cascada de diamantes de diversos quilates.
Roberto Arlt
El segundo acorde, amplio, valiente, magnífico, se sostenía aún, brotando de los tubos de metal del órgano como una
cascada de armonía inagotable y sonora.
Gustavo Adolfo Bécquer
Tú no has pisado el «campo de terciopelo y seda»; ni respiraste el «fresco cefirillo que juega de los sombríos bosques con la enramada espesa»; ni la cascada viste que «rauda se despeña en el profundo abismo desde la altura inmensa...
Es tarde... Una
cascada de palabrotas, de insultos, de furiosas interjecciones, respondió a la declaración categórica. -¡Rayos, centellas, particiones en toda la Corte celestial!...
Emilia Pardo Bazán
Tu campo es un tapete, tus bosques son macetas, tus flores, inodoras, tus cefirillos, hielan; de trapo son tus ninfas, tus pastores, horteras, gorriones tus jilgueros; y tu cascada horrenda, del carcomido techo que a tu numen alberga, por más que la levantes es húmeda gotera.
En sillas de posta, bajo cortinillas de seda azul, se sube al paso por caminos escarpados, escuchando la canción del postillón, que se repite en la montaña con las campanillas de las cabras y el sordo rumor de, la cascada.
Y en aquel momento de trágicas meditaciones, cuando ambos enamorados al mirar el horizonte de su vida veíanlo como velado por una ráfaga de sangre y de infortunios, una voz cascada resonó en sus oídos y un hombre, destacándose de detrás de los pencares, avanzó lentamente hacia la tapia.
-De Málaga, ¿eh? -le preguntó con voz cascada la señora Dolores. -De Malaguita, de Malaguita la Bella, es de aonde me trae este condenao, al que se le van aflojando ya mucho los corvejones.
Una de las tres magas de la oscuridad que me conducía, murmuró como masticando las palabras con su cascada voz: —¡Cuidado e intentes escapar!
La Avenida Nevski era un hormiguero de gente. Desde el puente de Politséiski hasta el de Anichkin cubría las aceras una polícroma cascada femenina.
¡Cómo nos vamos a divertir! El salmón saltará en la
cascada, chocando contra las paredes de roca, pero no entrará. ¡Oh, sí, qué bien se está en la vieja y querida Noruega!
Hans Christian Andersen
Hasta que llegó una noche en que rotos los músculos del gran pecho de tierra, saltó de sus abismos, cayó en una cascada, se abrió paso en la erizada floresta, siguió el surco de las bajantes vírgenes, torció hacia el Norte, solemnizado de selvas, bramó en la convulsión de los saltos, y se explayó por fin, de aguas serenas, con la nariz tentada de una sed de llanuras, hacia el Oriente de los sueños el Orinoco de las Siete Estrellas.