etuvo el paso de su yegua Pepe el Zorzales, y colocándose una mano a modo de pantalla sobre los ojos, arrojó una mirada escrutadora sobre el riente panorama.
Yo entonces era un chaval cuasi, un chaval más loco que una yegua y aficionáo a tó lo que más le gusta al cuerpo, y por tanto creo inútil decírles a ustedes que a los dos años de casao había hecho polvo un corralón y dos solares y un almendral en Almogía, y que mi probe gachí que estaba acostumbrá a que le llevaran cuasi la cola, tuvo que andar durante una temporá pasando más fatigas que un asmático, y fregando y barriendo y lavando y jasta quitándose el pan de la boca pa que no me lo comiera.
La gente pensaba que tenía tratos con el diablo, que era inmune al acero, y que las balas rebotaban en su armadura como el granizo en la piedra, que tenía una yegua que podía transformarse en liebre en la pared de Garrifra–gawns, y más cosas por el estilo, que contaré más adelante.
Por evitar sacrilegios Y otros horribles delitos, Tuve que hacer vil remedo Del más grande de los ritos; Me hizo cantar una misa Al pie de frondosa higuera; Me hizo elevar por hostia Un trozo de calavera; Me hizo alzar como cáliz El zancarrón de una
yegua; Me hizo beber por vino La sangre de una culebra.
Tomás Carrasquilla
La princesa sintió que las partes del libidinoso se volvían más duras y calientes, el mujik creyó que sus sentidos lo abandonaban mientras llegaban juntos a un coito frenético y, con rugidos de satisfacción tan roncos como los de un semental con una yegua, inyectó en el cuerpo de la princesa una asombrosa cantidad de semen.
Los indios de esta provincia tienen (en casa) tres o cuatro (yeguas), y algunos hasta diez yeguas de que crian potros; vale una yegua de 4 a 6 pesos, y un potro lo mismo.
Cambiaba para ello de vestidos y montaba sobre un corcel, sobre un rocín, sobre una yegua, sobre un caballo ligero y le daba cien carreras, y lo hacía voltejear en el aire, saltar las empalizadas y correr en un círculo a la derecha o a la izquierda.
Convencida de que no existía cura ni trajinero que se atreviese a salir solo de Cebre a tales horas, había licenciado hasta la mañana siguiente a su gavilla y se retiraba; al ver un barbilindo de curita que se aventuraba en el camino, había querido jugarle una pasada; pero el ruido del gatillo la hacía temblar y le aconsejaba como único recurso la fuga. Dio un salto de costado hacia el pinar, y el joven abad, picando a su viva
yegua, se le fue encima, la alcanzó y la atropelló.
Emilia Pardo Bazán
Luego entré con él en la cuadra, donde me tuvo media hora elogiándome sus caballos, refiriéndome su genealogía y los premios que habían ganado en las carreras de la región. Por fin pasó a hablarme de su futura esposa a propósito de una yegua gris que le iba a regalar.
Llegó a este instante el señor del ganado sobre una
yegua rucia a la jineta, con lanza y adarga: que más parecía atajador de la costa que señor de ganado.
Miguel de Cervantes Saavedra
Había en gran suma vacas y yeguas, ovejas y carneros. Un carnero costaba cuatro reales y una yegua veinte reales. Otro tanto costaba una vaca no vieja, sino recién parida (1).
4) El misionero comienza su viaje acompañado por un soldado español, cuatro indios, una yegua madrina, cuatro caballos, siete mulos y, sobre todo, la codiciada mula en que cabalga el misionero.