Una Nación puede atravesar una temporada larga o corta de decadencia o ventura, ello no marca la validez de su existencia; como si los méritos o deméritos calificaran si un país debe existir o no existir, según es un argumento que siempre quieren aprovechar los ideólogos de la dominación y sus corporaciones, para atribuirse la facultad de calificar si unas naciones tienen validez o si su Estado es fallido; porque eso no es posible encasillar a capricho de cualquier analista de la historia y la política, encargado por la plutocracia mundial. La Nación perdura por encima de toda vicisitud temporal; se transforma y moldea en el transcurso histórico de su existencia.
Para ser superior a todas las cosas, Dios no ha de experimentar vicisitud alguna, ni tener ninguna de las imperfecciones que pueda concebir la imaginación." Dios es eterno; porque, si hubiere tenido principio, hubiera salido de la nada, o hubiese sido creado por un ser anterior.
Pues el Señor no ve, discurriendo de uno en otro, mudando el pensamiento, sino totalmente de un modo inmutable; de forma que entre las cosas que se hacen temporalmente, las futuras aún no son, las presentes ya son, y las pasadas ya no son; pero Dios todas las comprende con una estable y eterna presciencia; no de una manera con los ojos y de otra con el entendimiento, porque no consta de alma y cuerpo; ni tampoco las comprende de un modo ahora y de otro después, pues su ciencia no se muda, como la nuestra, con la variedad del presente, pretérito y futuro: «En quien no hay mudanza ni sombra alguna de vicisitud.» Porque su conocimiento no pasa de pensamiento en pensamiento...
No hay un alma, á mi modo de pensar, que no se cansase de esta eterna vicisitud de una vida tan corta, y de una penitencia tan larga.