Sería entonces una encubridora, y no una centinela: sería una veleta, y no un cimiento; perdería la confianza que inspira, y el respeto que merece.
La vasija de afeitar. 35. Arados. 36. La enfermedad. 37. Los pantalones. 38. Veleta. 39. Elena-morado. 40. Madre. 41. Las lenguas.
-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte-.
Se rió y tocó la cuerda; hizo mover la roldana. Y la roldana gimió como una vieja veleta cuando el viento ha dormido mucho. —¿Oyes?
Esclavo de un amor que me encadena, sucumbo otra vez en mis giros de
veleta y ninguno de los cuatro escurridizos vientos, lastimados en su treta de refrescos, puede hacerme recobrar el movimiento.
Antonio Domínguez Hidalgo
Las cigüeñas cuelgan su nido en la veleta de la torre; los vencejos en el ala de los tejados; las golondrinas en los doseles de granito, y el búho y la lechuza escogen para su guarida los altos mechinales, desde donde en las noches tenebrosas asustan a las viejas crédulas y a los atemorizados chiquillos con el resplandor fosfórico de sus ojos redondos y sus silbos extraños y agudos.
Creí que habías muerto; te veía en el fondo del mar, sepultado en el fango. ¡Cuántas noches me levanté para ver si la
veleta giraba!
Hans Christian Andersen
Volaron las tejas, pero la
veleta se mantenía firme, sin girar siquiera; no podía hacerlo, a pesar de que era joven y recién fundida; pero era prudente y reposada como un viejo.
Hans Christian Andersen
No se parecía a las atolondradas avecinas del cielo, gorriones y golondrinas, a las cuales despreciaba («¡esos pajarillos piadores, menudos y ordinarios!»). Las palomas eran grandes, lustrosas y relucientes como el nácar; tenían algo de
veleta, más eran gordas y tontas.
Hans Christian Andersen
Todos sus pensamientos se concentraban en llenarse el buche - decía la
veleta -; y su trato era aburrido, además. También la habían visitado las aves de paso, contándole historias de tierras extrañas, de caravanas aéreas y espantosas aventuras de bandidos y aves rapaces.
Hans Christian Andersen
Las madres limeñas no quisieron ser menos que las potosinas, y casi todos los muchachos nacidos hasta fin de ese siglo tuvieron por patrono a San Nicolás de Tolentino. Pero la moda, que es hembra muy
veleta, después de un cuarto de siglo había pasado, y eso no traía cuenta a los agustinos.
Ricardo Palma
La primera vez resultó nuevo e interesante, pero luego observó la
veleta que se repetían, qué siempre decían lo mismo, y todo acaba por aburrir.
Hans Christian Andersen