Mis votos humildes y puros De tu luz en las alas envía Al Autor de tu vida y la mía Al Señor de los cielos y el mar. Alma eterna, do quiera respira, Y
velado en tu fuego le adoro: Si yo mismo ¡mezquino!
José María Heredia
¡Tu carro lanza veloz por la celeste esfera, y vida, fuerza y juventud lozana vierta en el mundo tu inmortal carrera! vuela, y muestra glorioso al universo el almo Dios, que en tu fulgor
velado, sin principio ni fin...
José María Heredia
El viejo, que pasaba su gorra de una mano a otra con aire indeciso, interpelado así directamente adelantó un paso y dijo con voz lenta e insegura, tratando de leer en el rostro
velado de su interlocutor el efecto de sus palabras: -Señor, lo justo sería que se nos pagase por cada metro el precio de cuatro carretillas de carbón porque… No terminó, el ingeniero se había puesto de pie y su obesa persona se destacó tomando proporciones amenazadoras en la nebulosa penumbra.
Baldomero Lillo
Ea, mi neñín, agora non, :ea, mi neñín, que está el papón. La canción de la adúltera que se canta en Alba de Tormes es más lírica que la asturiana y de sentimiento más
velado...
Federico García Lorca
Y el hombro torneado, Y el transparente cuello, Y el pecho entre los rizos mal velado De su rubio cabello Por la espalda y los hombros destrenzado, Y sus menudos pies mal escondidos Entre los pliegues de la suelta falda Deshechos á los soplos atrevidos Del aura licenciosa, Todo sin gran pesar lo descubria La vista cuidadosa De un viejo peregrino que subía Por la empinada cuesta trabajosa.
Rápidamente el Penío llega, el verdeante Tempe 285 abandonando, el Tempe, al que espesuras ciñen por encima pendientes, que las hijas de Hemonia en concurridos coros han de celebrar: y no de vacío, pues él trajo, de raíz, altas hayas y de recto tronco eminentes laureles, no sin un oscilante plátano, la flexible hermana 290 del inflamado Faetón, y un aéreo ciprés. Ello alrededor de las sedes, anchamente entretejido, colocó, que el vestíbulo, de muelle fronda velado, verdeara.
De todos los deleites, velado me está el goce; no hay dicha que alboroce mi estéril juventud; amar me está vedado, soy árbol sin retoño, soy ráfaga de otoño, flor seca de ataúd.
A la sexta pregunta dijo que dice lo que dicho tiene en la pregunta antes de esta; y sabe que el dicho Don Baltazar es legítimamente casado y velado con Doña Gracia, a la que conoce que es Señora y a la que tiene por descender, como desciende, de Caciques, y lo mismo el dicho su marido, como lo tiene dicho; y que le parece a este testigo que Su Majestad le hizo al dicho Don Baltazar el cargo y gobernación de Charapotó, cabe bien en el susodicho por ser del repartimiento y calidades referidas; y esto dice a esta pregunta.
A él, lejos, desde el alga, con afligidos ojillos la Minoide, 60 pétrea, como la efigie de una bacante, escudriña, ay, escudriña, y en las grandes olas de las angustias fluctúa, sin retener en su flava cabeza la sutil mitra, sin proteger velado su pecho con su leve atuendo, sin ligar con la torneada faja de leche sus pechos, 65 lo cual todo, resbalado de entero su cuerpo por doquier, de ella ante los pies, con los flujos de sal jugaban.
Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación.
Ella tomó el ungüento, y respondió a la dueña como en ninguna manera podía tomar la llave a su marido, porque no la tenía debajo de la almohada, como solía, sino entre los dos colchones y casi debajo de la mitad de su cuerpo; pero que dijese al maeso que si el ungüento obraba como él decía, con facilidad sacarían la llave todas las veces que quisiesen, y ansí no sería necesario sacarla en cera. Dijo que fuese a decirlo luego y volviese a ver lo que el ungüento obraba, porque luego luego le pensaba untar a su
velado.
Miguel de Cervantes Saavedra
Hasta este monte eminente donde rimo mis cantares sube famélica gente que mis modestos manjares devora violentamente... Tanta pena he contemplado que unas veces he llorado con llanto de compasión, y otras mi voz han
velado gemidos de indignación.
José María Gabriel y Galán