2º 2º: estando detrás del Señor, cerca sus pies, con lágrimas los comenzó de regar, y con los cabellos de su cabeza los enxugaba, y bessaba sus pies, y con ungüento los untaba.
Pero, reportándose un poco, salió al corredor, y de allí, andando pie ante pie por no ser sentido, llegó a la sala donde la dueña dormía; y, viéndola sola, sin Leonora, fue al aposento de la dueña, y, abriendo la puerta muy quedo, vio lo que nunca quisiera haber visto, vio lo que diera por bien empleado no tener ojos para verlo: vio a Leonora en brazos de Loaysa, durmiendo tan a sueño suelto como si en ellos obrara la virtud del
ungüento y no en el celoso anciano.
Miguel de Cervantes Saavedra
Desde que la humanidad había sido exterminada por el ungüento de biznaga mezclado con higuera de lagos volcánicos, que habían promovido los visionarios de la Galaxia Perruna, los sinvergüenzas gatos se pusieron a incrementar su aguda inteligencia, que desde siempre habían demostrado, pero que no daban a conocer con el fin de no perder ni su comodidad ni su libertad.
Fue en busca del compañero de Juan y le prometió toda la recaudación de la velada siguiente si se avenía a untarle aunque sólo fuesen cuatro o cinco muñecos; pero el otro le dijo que por toda recompensa sólo quería el gran sable que llevaba al cinto; cuando lo tuvo, aplicó el
ungüento a seis figuras, las cuales empezaron a bailar enseguida, con tanta gracia, que las muchachas de veras que lo vieron las acompañaron en la danza.
Hans Christian Andersen
Y esto ha de ser con tal que el aguador no muera, y con que no falte
ungüento para untar a todos los ministros de la justicia, porque si no están untados, gruñen más que carretas de bueyes .
Miguel de Cervantes Saavedra
Ella, callando y por señas, le hizo levantar, y todas estaban como mudas, sin osar hablar, temerosas que su señor las oyese; lo cual considerado por Loaysa, les dijo que bien podían hablar alto, porque el
ungüento con que estaba untado su señor tenía tal virtud que, fuera de quitar la vida, ponía a un hombre como muerto.
Miguel de Cervantes Saavedra
Maldecía la falsedad del
ungüento, y quejábase de la credulidad de sus amigos y del poco advertimiento que había tenido en no hacer primero la experiencia en otro antes de hacerla en Carrizales.
Miguel de Cervantes Saavedra
Apenas hubo bebido unas gotas tuvo miedo de debilitarme y aplicó una cinta alrededor de mi brazo después de frotar la herida con un ungüento que la cicatrizó al instante.
Ellos le dijeron que los polvos, o un
ungüento, vendría la siguiente noche, de tal virtud que, untados los pulsos y las sienes con él, causaba un sueño profundo, sin que dél se pudiese despertar en dos días, si no era lavándose con vinagre todas las partes que se habían untado; y que se les diese la llave en cera, que asimismo la harían hacer con facilidad.
Miguel de Cervantes Saavedra
Porque pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre. 26.12. Y al derramar ella este
ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho. 26.13.
La Biblia (Nuevo Testamento)
Estos son los verdaderos alquimistas, que no Demócrito Abderita en la Arte Sacra, Avicena, Géber ni Raimundo Lull, porque ellos escribieron cómo de los metales se podía hacer oro, y no lo hicieron ellos, y si lo hicieron nadie lo ha sabido hacer después acá, pero estos tales boticarios, de la agua turbia, que no clara, hacen oro, y de los palos; oro hacen de las moscas, del estiércol; oro hacen de las arañas, de los alacranes y sapos, y oro hacen del papel, pues venden hasta el papel en que dan el
ungüento.
Francisco de Quevedo
Y, estando en esto, oyó la trompa de París; acudió al puesto; halló a sus amigos, que le dieron un botecico de
ungüento de la propiedad que le habían significado; tomólo Loaysa y díjoles que esperasen un poco, que les daría la muestra de la llave; volvióse al torno y dijo a la dueña, que era la que con más ahínco mostraba desear su entrada, que se lo llevase a la señora Leonora, diciéndole la propiedad que tenía, y que procurase untar a su marido con tal tiento, que no lo sintiese, y que vería maravillas.
Miguel de Cervantes Saavedra