En el centro de la colina, el gran salón había sido adornado primorosamente; el suelo, lavado con luz de luna, y las paredes, frotadas con grasa de bruja, por lo que brillaban como hojas de
tulipán.
Hans Christian Andersen
Tras de las cordilleras sombras, la blanca Selene, entre las nubes ópalo y tetras surge como argentífero
tulipán y por entre lo negro que se espernanca huyen los bizantinos de nuestras letras hasta el Babel Bizancio, do llegarán Con grande afán.
José Asunción Silva
Flor incomparable, tulipán hallado de nuevo, alegórica dalia, allí, a aquel hermoso país tan tranquilo, tan soñador, es adonde habría que irse a vivir y a florecer, ¿no es verdad?
La madre parecía un soberbio tulipán, resplandeciente de hermosura y cubierta de valiosos adornos, pero un tulipán erguido sobre su tallo.
El sol estaba espléndido y sereno, El aura mansa, diáfana y azul, La luz doraba nuestro huerto ameno Con tornasoles de flotante tul, Posábanse las sueltas mariposas De flor en flor con revoltoso afán, Ya en la más ancha de las frescas rosas, Ya en el más esponjado tulipán.
Allí a su riego crecían, en ricos jarrones chinos, los claveles purpurinos que el Cairo tan sólo da, y el tulipán soberano que Estambul adora y cría, y la flor que a Alejandría siempre el Asia envidiará.
El sol entraba en el primer piso y en el sótano; la acacia daba flores, que caían, y al año siguiente daba otras nuevas. Florecía el árbol, y florecía también el hijo del portero; habríais dicho un
tulipán recién abierto.
Hans Christian Andersen
Acá, a sombra de un lentisco, la sombra de una odalisca, en una guzla morisca canta un himno a un tulipán; y un alhelí berberisco, que al tulipán celoso odia, va por lo bajo en parodia repitiendo himno y refrán.
Los marquesitos y demás jóvenes ricos y golosos no regateaban para pagar un doblón o media onza de oro por una marimoña, un
tulipán, una arirumba, un ramo de claveles disciplinados, un pucherito de mixtura o un cestillo enano de capulíes, nísperos, manzanitas y frutillas con su naranjita de Quito en el centro.
Ricardo Palma
-protestó Cinco-. Y voy a decírselo: fue por llevarle a la cocinera bulbos de tulipán en vez de cebollas. Siete tiró la brocha al suelo y estaba empezando a decir: «¡Vaya!
¡Propongan premios de sesenta y de cien mil florines para quien resolviere sus ambiciosos problemas! ¡Yo ya encontró mi tulipán negro y mi dalia azul!
Vamos al templo. Hoy es fiesta.
Tulipán dirá el sermón; en la misa, gran orquesta; y en la tarde, procesión. Palomas y codornices con hojitas de azahares, remiendan sobrepellices y componen los altares.
Manuel Gutiérrez Nájera