Yo te ruego, carísimo Lucilio, de que cumplas aquella única cosa que puede hacerte feliz; tira y pisa todo aquello que brilla por fuera, todo aquello que te es prometido por otro, o que de otro te ha de venir.
No es un ser, muerte violenta, sino, apenas, lacónico suceso; más bien su modo tira, cuando ataca, tira a tumulto simple, sin órbitas ni cánticos de dicha; más bien tira su tiempo audaz, a céntimo impreciso y sus sordos quilates, a déspotas aplausos.
Da, cía, para, se cubre, Amaga, recibe, vuelve, Al uno tira de punta, Al otro a revés le hiere, Y al fin con un doble amago Al de Aguilera sorprende, Y en la tetilla derecha Honda estocada le mete.
Y nos han contado como los persigue la policía, como hay un crimen y en lugar de agarrar a los responsables que son los gobernantes los apañan a ellos, y hay que mocharse con la tira para que no la metan a la cárcel, para que no los golpeen más, para que no los violen, para que no los traten como si fueran animales apestosos.
Si en Roma el emperador Calígula, por su mano, declaró cónsul romano á su caballo andador, no se admiren que el Rector, por su sola autoridad, ultrajando á la ciudad, como quien se tira un...
Deslumbra el sol; la tierra se viste ya de verde; de vista ya se pierde lo abierto del país; achican ya los árboles las vistas y horizontes; la luz tiñe los montes de azul que tira a gris.
(Se retuerce los brazos con desesperación, y se
tira al fin en el petate, escondiendo el rostro entre las manos.) JUAN (Pasea por su calabozo; se detiene.) ¿Qué habrá sido de mi Marta?
Ricardo Flores Magón
Algo se abalanzó sobre él con violencia y casi lo tira de espaldas, la pistola del caballero se disparó y Hutcheon, que sostenía la escalera, y mi abuelo, que estaba a su lado, oyeron un fuerte alarido.
Es la otra realidad, la de las casas de formalita; las que usan el cartón, para aislarse de la ventisca. Las que sostienen sus techos, con piedras que el cerro tira; y que mantiene el latón, agarrado por la esquina.
Con haber llegado un momento antes, quizá le hubiera encontrado. Sin apartar el pañuelo de su rostro, Kovaliov regresó al coche de alquiler y ordenó con acento desesperado: – ¡Tira!
El padre cortó en seco su carcajada y sin que se le alterara la voz, sin moverse en el asiento, pero con una fiera expresión, dijo, pausadamente: —¡Tira!
- Bien, enseñadme vuestra espalda. Y Pipète se llevó, desde al nuca hasta el coxis, una tira de piel larga como tres dedos. (H.-M.