Loco de terror, arranqué la cogulla del enmascarado sentado en la silla vecina: la capucha de terciopelo verde estaba vacía, vacía la capucha de las otras máscaras sentadas a lo largo del muro.
En medio del
terror que me quitó la vista, observé que el árbol en que yo estaba atado se estremecía ligeramente y que mis ligaduras se aflojaban.
Pedro Antonio de Alarcón
Reinaba, pues, el
terror entre la gente tonsurada, que sólo bien provista de armas y con escolta se atrevía a asomar en romerías y ferias, cuando acertó a tomar posesión del curato de Treselle un jovencillo boquirrubio, amable y sociable, eficazmente recomendado por el arzobispo a los señores de diez leguas en contorno.
Emilia Pardo Bazán
Y el médico de Vilamorta, el célebre Tropiezo, repetía con una especie de cómico
terror: -Mala rabia me coma si no tenemos aquí un centenario de esos de quienes hablan los periódicos.
Emilia Pardo Bazán
Los republicanos disparaban contra la tropa desde la esquina de la calle de Peregrinos y la tropa disparaba contra los republicanos desde la Puerta del Sol, de modo y forma que las balas de una y otra procedencia pasaban por delante de las ventanas del referido piso bajo, si ya no era que iban a dar en los hierros de sus rejas, haciéndoles vibrar con estridentes ruidos e hiriendo de rechazo persianas, maderas y cristales. Igualmente profundo, aunque vario en su naturaleza y expresión, era el
terror que sentían la madre...
Pedro Antonio de Alarcón
-gritó García de Paredes con tal voz, con tal actitud, con tal fisonomía, que, unido este grito a la inmovilidad y silencio de los veinte franceses, impuso frío
terror a la muchedumbre, la cual no se esperaba aquel tranquilo y lúgubre recibimiento.
Pedro Antonio de Alarcón
-¡están envenenados!... Un grito simultáneo de
terror y admiración salió del pecho de los españoles. Dieron éstos un paso más hacia los convidados, y hallaron que la mayor parte estaban ya muertos, con la cabeza caída hacia adelante, los brazos extendidos sobre la mesa, y la mano crispada en la empuñadura de los sables.
Pedro Antonio de Alarcón
¡Estoy envenenado! Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le erizó el cabello de
terror; no había podido ni aun moverse. Ahora la sensación de plomo y el hormigueo subían hasta la cintura.
Horacio Quiroga
¡Qué es sino un mísero, diminuto y maniatado ser por los reglamentos y el
terror, un maquinista de tren del cual se pretendiera exigir calma al abordar un cierto empalme!
Horacio Quiroga
Imposible negar que nuestra atmósfera estaba radicalmente afectada; su composición y las posibles modificaciones a que podía verse sujeta constituían ahora el tema de discusión. El resultado del examen produjo un estremecimiento eléctrico de terror en el corazón universal del hombre.
El niño lanzó una exclamación de asombro, dio media vuelta y escapó sin saber qué dirección tomaba, llamando a su madre con gritos inarticulados, llorando, tropezando, con su tierna piel cruelmente desgarrada por las zarzas, su corazoncito palpitando de terror, sin aliento, enceguecido por las lágrimas, perdido en el bosque.
Aunque de una serenidad a toda prueba, tiene
terror a los perros rabiosos, a causa de cierta cosa horrible que presenció en su niñez.
Horacio Quiroga