Por fin se tranquilizó (¡ya lo creo, con aquella barbillita con hoyuelos apoyada en su hocico!) y tomamos el camino de la terraza.
En ese instante –aún no sé si fue realidad o ilusión– creí ver cómo en la terraza se deslizaba una silueta blanca y esbelta que brilló un segundo y se apagó.
En la terraza, frente a una mesilla volante, apoltronados en sendas butaquitas de mimbre, ambos amigos saboreaban el chocolate del desayuno.
Más poético que enamorado, necesitaba una terraza de la Isola- Bella, en el lago Mayor, en un precioso claro de luna, para enmarcar una cita.
Pero no dijo nada. Ella y Jorge se reunieron en la
terraza, entre las flores; un rosal los ocultaba. De nuevo Jorge tenía la palabra; fue el primero en hablar.
Hans Christian Andersen
volvieron de nuevo bailando, pero su abuela se abstuvo de reír. Subieron a la terraza del edificio; sus ojos, muy rojos, chispeaban; se acurrucaron; sus hocicos alargados se hicieron muecas.
Su desnudo en el alero, agudo norte de palma, pide copos a su vientre y granizo a sus espaldas. Thamar estaba cantando desnuda por la terraza.
ernando sentía la incomodidad de la mirada del árabe, que, sentado a sus espaldas a una mesa de esterilla en el otro extremo de la
terraza, no apartaba posiblemente la mirada de su nuca.
Roberto Arlt
Ibu Abucab había repudiado a su esposa, Rahutia, cuando ésta cumplía dieciséis años. Sospechaba que ella, desde la
terraza de su finca, le engañaba con su vecino Gannan, el platero.
Roberto Arlt
-Estallan como granadas -decía, sonriendo, Mahomet Bey. Aischa entró bruscamente a la
terraza: -Señor, un anciano extranjero pregunta por ti.
Roberto Arlt
-¿No te ha dicho su nombre? El anciano que preguntaba por él ya avanzaba a su encuentro, en la
terraza. La barba le llegaba hasta el estómago, y la capucha de su capa escarlata encuadraba un fino rostro arrugado, ligeramente achocolatado, de líneas muertas y mirada joven, falsa y cruel.
Roberto Arlt
El anciano avanzó dignamente por la
terraza, se sentó en cuclillas sobre una alfombra, y Marbruk ben Hassan permaneció de pie, sin atreverse a sentarse.
Roberto Arlt