VIEJO: Cejas arqueadas, abiertas sin entrecejo: ojos grandes rasgados, negros y un poco melancólicos y graves. Largas pestañas. ¡Soberbio! ¡Perfectamente!
Lo oyes Lucía, desde hoy quiero que me sigas; deja ese soberbio español, y ven a traer la dicha y la alegría a la choza del cacique.
El Prior volvió a arrodillarse sin hacerle caso. - ¡Vengo en nombre del Rey! -gritó el
soberbio y mimado flamenco. - ¿Qué más queréis, hermano mío?
Pedro Antonio de Alarcón
El soberbio tirano del Oriente, que maciza las torres de cien codos del cándido metal puro y luciente, apenas puede ya comprar los modos del pecar; la virtud es más barata, ella consigo misma ruega a todos.
Brotó un torrente de la herida, exhaló algunos bramidos roncos, vaciló y cayó el
soberbio animal entre los gritos de la chusma que proclamaba a Matasiete vencedor y le adjudicaba en premio el matambre.
Esteban Echeverría
No sé, Señor, si aún tenéis en mente a este soberbio infiel presuntuoso, que había dejado atrás muerta a su gente, entre los muros y el segundo foso para alimento de la llama ardiente en caso, como nunca otro, espantoso.
El general meneó la cabeza con aire dubitativo, salió a dar un paseo a caballo, con el ordenanza siguiéndolo a distancia conveniente, y él más erguido que de costumbre en el
soberbio corcel.
Hans Christian Andersen
Dejo de traducirle, no porque desestimo su discurso, sino porque la vida que escribo me dicta diferentes causas. La primera fueron las costumbres de Tarquino, llamado por sus maldades el Soberbio.
Dió a luz además a los Cíclopes de soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo.
Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida en su corazón: “¡Hijos míos y de soberbio padre!
Lo que hace al hato el tigre del somonte en el ircano campo o junto al Ganges, o al manso y baifo el lobo en aquel monte que a Tifeo enterró tronco y falanges, allí hace el soberbio Rodomonte, no diré que a milicias o a falanges, sino al ruin vulgo y populacho indigno del que es morir, antes que nazca, el signo.
A la hija de Eetes rey vástago de Zeus, el Esónida, por decisión de los dioses sempiternos, se la llevó del palacio de Eetes al término de las amargas pruebas que en gran número le impuso un rey poderoso y soberbio, el violento, insensato y osado Pelias.