Después bajó de la seta y empezó a deslizarse por la hierba, al tiempo que decía: - Un lado te hará crecer, y el otro lado te hará disminuir - Un lado ¿de qué?
Así pues, extendió los brazos todo lo que pudo alrededor de la seta y arrancó con cada mano un pedacito. - Y ahora - se dijo-, ¿cuál será cuál?
Alicia miró a su alrededor hacia las flores y hojas de hierba, pero no vio nada que tuviera aspecto de ser la cosa adecuada para ser comida o bebida en esas circunstancias. Allí cerca se erguía una gran seta, casi de la misma altura que Alicia.
En la colina había, en el asador, gran abundancia de ranas, pieles de caracol rellenas de dedos de niño y ensaladas de semillas de
seta y húmedos hocicos de ratón con cicuta, cerveza de la destilería de la bruja del pantano, amén de fosforescente vino de salitre de las bodegas funerarias.
Hans Christian Andersen
- se dijo Alicia para sus adentros. - De la seta - dijo la Oruga, como si la niña se lo hubiera preguntado en voz alta. Y al cabo de unos instantes se perdió de vista.
Se puso de puntillas, y miró por encima del borde de la seta, y sus ojos se encontraron de inmediato con los ojos de una gran oruga azul, que estaba sentada encima de la seta con los brazos cruzados, fumando tranquilamente una larga pipa y sin prestar la menor atención a Alicia ni a ninguna otra cosa.
Era una casa tan grande, que no se atrevió a acercarse sin dar antes un mordisquito al pedazo de seta de la mano izquierda, con lo que creció hasta una altura de unos dos palmos.
Alicia se quedó un rato contemplando pensativa la seta, en un intento de descubrir cuáles serían sus dos lados, y, como era perfectamente redonda, el problema no resultaba nada fácil.
Tenía la mandíbula tan apretada contra los pies que resultaba difícil abrir la boca, pero lo consiguió al fin, y pudo tragar un trocito del pedazo de seta que tenía en la mano izquierda.
Al cabo de un rato, recordó que todavía tenía los pedazos de seta, y puso cuidadosamente manos a la obra, mordisqueando primero uno y luego el otro, y creciendo unas veces y decreciendo otras, hasta que consiguió recuperar su estatura normal.
128.- Para haber de enseñar a los indios nuestra religión cristiana y Santa Fée Católica es necesario darles a entender las vanidades y falsedad de su seta y edolatría...
Y no conocían ninguna seta ni idolatría, saluo que todos creen que las fuerças y el bien es en el cielo, y creían muy firme que yo, con estos nauíos y gente, venía del cielo y en tal catamiento me recebían en todo cabo, después de hauer perdido el miedo.