Subercasaux se levantaba generalmente al aclarar; y aunque lo hacía sin ruido, sabía bien que en el cuarto inmediato su chico, tan madrugador como él, hacía rato que estaba con los ojos abiertos esperando sentir a su padre para levantarse. Y comenzaba entonces la invariable fórmula de
saludo matinal de uno a otro cuarto: —¡Buen día, piapiá!
Horacio Quiroga
Corría la madre de un lado para otro empaquetando cosas y más cosas; al anochecer, el padre iría a la ciudad a ver a su hijo por última vez antes de su partida, y a llevarle el último
saludo de la madre.
Hans Christian Andersen
No existen figuras en ese volteo: no hay trenza, paseo, saludo, balanza… Les lleva el turbión; cual va por las puras regiones del viento cometa violento que en círculo avanza región a región.
Turey, separándose del cortejo, echó a caminar en torno de la hoguera para buscar el lugar más bajo y entrar en ella. Se acercó a mí. Yo iba a recibir su postrer
saludo... ¡Horror!...
Roberto Arlt
Esta inscripción es, a mi parecer, el saludo que el Dios dirige a los que entran, en lugar de la fórmula ordinaria: ¡sed dichoso!; creyendo al parecer que este saludo no es conveniente, y que a los hombres debe desearse, no la felicidad, sino la sabiduría.
Pero puede verse en esto una diferencia, y es el caso de los que han grabado inscripciones más recientes: nada en demasía; date en caución y no estás lejos de tu ruina. Han tomado la sentencia: conócete a ti mismo, por un consejo, y no por el saludo del Dios a los que entran.
Un hombre de aventajado talle, con la frente vendada y el tabardo sobre los hombros, se destacaba en la puerta de mi alcoba. Su voz levantóse grave como en un responso: —¡Saludo al ilustre prócer y deploro su desgracia!
Excmos. señores Ministros: llevad a vuestras patrias nuestro saludo. En todo saludo duerme ennucleada por la tibieza de la cortesía, un sentir cordial de alegría y buen deseo.
El árabe despotricaba entre sus cargueros. Apenas si se dignó contestar a mi
saludo. Yo entré en el escritorio del almacén como si nada hubiera sucedido.
Roberto Arlt
En un cojín permanecía sentado el hermano de El Mokri. El joven no se dignó responder al
saludo de la mujer, pero, dirigiéndose al babuchero, le dijo: -Tú puedes aguardar afuera.
Roberto Arlt
El hermano de El Mokri intervino: -¿Tú eres Rahutia, la bailarina? Rahutia miró fríamente al joven: -No has respondido a mi
saludo ni me has ofrecido asiento.
Roberto Arlt
-¡Camará!, pos ni que hubiera usté tenío un cronómetro colgao de una de sus pestañas -contestó sonriendo irónicamente Pepa, contestando al saludo de Paco.