Con respecto a los campos nada más desolador que este cuadro trazado por un sacerdote italiano que los recorre en 1825: “ Los montevideanos de tanta variedad de amenísimos campos que poseen, abundantes ríos, torrentes y lagunas de limpias aguas, no cultivan sino pocos pedazos.
A cabo de tres días yo torné en mi sentido y vine echado en mis pajas, la cabeza toda emplastada y llena de aceites y ungüentos y, espantado, dije: “¿Que es esto?” Respondióme el cruel sacerdote: “A fe, que los ratones y culebras que me destruían ya los he cazado.” Y miré por mí, y víme tan maltratado que luego sospeché mi mal.
Eso no obstante, prueban mis apuntes que en Charcas se recibió de Bachiller en 1802 el montevideano Mateo Vidal, sacerdote y político de larga y, por momentos, prestigiosa actuación ulterior en el país y en la Argentina.
Del pastoreo proceden el hombre de presa, el guerrero a sueldo, el
sacerdote de todos los tiempos, que convierten el cayado en signo de autoridad.
Vicente Blasco Ibáñez
Pero este indio, que tiene un perfil de Cristo ario y una mirada febril entre sus párpados, ha pasado por innumerables avatares o reencarnaciones: ha sido sucesivamente todas las cosas. Como el Buda ha sido liebre y ha sido lobo, ha sido muchacha y ha sido guerrero, sacerdote y juglar.
Quizás era una manda... Apenas hubo salido el
sacerdote, se reconoció la celebración de un matrimonio. El cura se dirigió solemne para recibir a los novios que aguardaban en la puerta principal del local.
Antonio Domínguez Hidalgo
Gerónimo Passamonte, aragonés, fue el primer oficial real y tesorero en Indias. El único sacerdote que Colón se llevó consigo, en el primer descubrimiento, fue un mercenario aragonés.
l
sacerdote negro apoyó los pies en un travesaño de bambú del barandal de su bungalow, y mirando un elefante que se dirigía hacia su establo cruzando las calles de Monrovia, le dijo al joven juez Denis, un negro americano llegado hacía poco de Harlem a la Costa de Marfil: -En mi carácter de
sacerdote católico de la Iglesia de Liberia, debía aconsejarle a usted que no hiciera ahorcar al niño Tul; pero antes de permitirme interceder por el pequeño antropófago, le recordaré a usted lo que le sucedió a un juez que tuvimos hace algunos años, el doctor Traitering.
Roberto Arlt
En el centro de la nave aparecía el sacerdote, revestido de casulla de plata y negro, mostrando una gran cabeza calva, cubierta en su vigésima parte por el solideo.Lo rodeaban varios acólitos, ante un improvisado altar, donde leía con mística unción los responsos, en un facistol de hojalata.
Siguiendo el ejemplo de su padre pronto demostró un claro talento para el arte, y desde muy niño se interesó en el aprendizaje de la guitarra, la concertina y el armonio, siendo su progenitor quien le inculcó los rudimentos musicales, cuando lo llevó ante el sacerdote italiano José Basso para que le enseñe composición y armonía.
Matan el caso exacto de la estatua, al sabio, a su bastón, a su colega, al barbero de al lado -me cortó posiblemente, pero buen hombre y, luego, infortunado; al mendigo que ayer cantaba enfrente, a la enfermera que hoy pasó llorando, al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas...
El
sacerdote encendió su pipa, llenó el vaso del juez con un .transparente aguardiente de palma, y prosiguió: -El señor Traitering era nativo de Florida, y, como usted, vino aquí, a Liberia, nombrado por la poderosa influencia de una gran compañía fabricante de neumáticos.
Roberto Arlt