La organización nacional es una labor concretísima; no consiste en un problema genérico, sino en cien cuestiones de detalle: en esta institución y aquella comarca, este pueblo y aquella persona, esta ley y aquel artículo. La organización nacional nos parece justo lo contrario de la retórica.
Quisiera mi celo verdadero patricio, desapropiado de humanos respetos; ya que es notorio que no he procurado más lustre que haber nacido, ni más ventajas a mis conciencias que las que poseía mi suerte; mi deseo sería en esta ocasión tener el magisterio de un Tácito para referir los gloriosos hechos de nuestros mayores, y la elocuencia de un Cicerón para inducir a la a imitar a los que con constantes fatigas y sangre establecieron libre, franca y gloriosa; pero me sirve de consuelo que la verdad sin mendigar las dulces voces de la retórica, por sí sola es la más elocuente peroración.
Cuando escuchamos " los mejores ángeles de nuestra naturaleza ", nos encontramos con que se celebran las cosas simples, las cosas básicas, tales como la bondad, la decencia, el amor, la grandeza, el compromiso, las cosas simples son las más necesarias hoy si estamos para superar lo que nos divide, y el cemento lo que une para bajar la voz sería una cosa sencilla En estos difíciles años, Estados Unidos ha sufrido de fiebre de las palabras, de la retórica inflada que promete más de lo que puede ofrecer ...
Y en esta enumeración, simplemente ejemplificativa, no pueden faltar los que para ascender de buena fe, con afán de servicio o como simples trepadores, caen en el pecado de la barata retórica: el lenguaje loresco, la repetición más que la reiteración y, más de palabras que de ideas, la insistencia en conceptos expresados por otros y tomados como simples recetas; esgrimir razones sin razón, decir palabras sin sentido; la demagogia de pintar todo de color de rosa o de exagerar los males, claro, antes de asumir las responsabilidades, para culpar a los anteriores; asustar innecesariamente en busca de un aplauso; alabar y echar incienso.
porque entonces el arte de gobernar simplemente sería el arte de la retórica y de la promesa, y creo que eso es mucho más fácil que tomar decisiones graves, serias y complejas.
Estudió las primeras letras con su madre y a partir de 1645 viajó a Quito y en El Real Colegio De San Luis tuvo por Maestro de Retórica al Padre Antonio Bastidas y Carranza, "hecho decisivo para la vocación literaria del joven seminarista" pues fue inquietado hacia la poesía y escribió versos con varios compañeros como el santafereño Hernando Domínguez Camargo.
-¡Él, que se había criado en el estilo más clásico que pudo enseñar amanuense de retórico!- Ya se había acabado la retórica complicada de las figuras, y según veía por sus libros, y según lo que le decían los estudiantes que venían de Madrid, ahora la poesía era objetiva o subjetiva, y el arte tenía una finalidad propia con otra porción de zarandajas filosóficas todas extranjeras.
acques llegaba indefectiblemente al Colegio a las nueve de la mañana; averiguaba si había faltado algún profesor, y en caso afirmativo, iba a la clase, preguntaba en qué punto del programa nos encontrábamos, pasaba la mano por su vasta frente como para refrescar la memoria, y enseguida, sin vacilación, con un método admirable, nos daba una explicación de química, de física, de matemáticas en todas sus divisiones, aritmética, álgebra, geometría descriptiva o analítica,
retórica, historia, literatura, ¡hasta latín!
Miguel Cané
Se ha dicho, con más retórica que » propiedad, que para determinar la grandeza relativa de los dos héroes americanos, sería necesario medir antes el Amazo- nas y los Andes.
La pregunta retórica final, marcada por la ironía y el juego, hace hincapié en el tema del poema y sirve para remarcar cómo la salvación y la religión pueden conseguirse sin formar parte de la clase clerical.
Oye, hablo sin permiso de la Idea de mi género y por habilidad de mi individuo. De tanto oír hablar de
Retórica, es decir, del arte de hablar por hablar, aprendí algo del oficio.
Leopoldo Alas
Cuando iba a la floresta, junto al corzo o jabalí herido y sangriento, hacía improvisar a sus profesores de
retórica canciones alusivas; los criados llenaban las copas del vino de oro que hierve, y las mujeres batían palmas con movimientos rítmicos y gallardos.
Rubén Darío