Y lívida, descompuesta por la ira, penetró la señá Pepa en el patio y nunca más que en aquel instante mereció el Pórvora su mote, pues todavía no había llegado al promedio del patio la irritadísima anciana, cuando ya él habíase puesto a salvo de sus garras, mientras Pepita corría en dirección a la puerta de la calle, y la señá Rosalía procuraba calmar en su justa indignación a su comadre, diciéndole con acento resignado: Si yo se lo decía a usté, si eso ya se sabe; si es que no se pué una fiar ni de la tierra que se pisa; si es que bien dice el refrán, que donde menos se piensa...
¿Y sabes lo que me dijo Aquel venerable anciano Apretándome la mano Acabado el cuento ya? Pues me dijo aquel buen viejo, ¡Oh lector de mis entrañas!, Que a quien tiene malas mañas... El refrán se lo dirá.
según me lo comprueban sus tres notabilísimos volúmenes, resultando por ellos un buen calador de melones, va á permitirme hablarle de mis remi- niscencias que con la Tradición tienen concomitancia; y si de esas mis reminiscencias no sacare usted jugo, diga caritativa- mente de mí lo que reza un refrán sobre un tal Diego Moreno, que habló largo y menudo, y que nada dijo de malo ni de bueno.
Cuando salimos de Salamanca, su motivo fue venir a tierra de Toledo, porque decía ser la gente mas rica, aunque no muy limosnera. Arrimábase a este refrán: “Más da el duro que el desnudo.” Y venimos a este camino por los mejores lugares.
En conclusión, somos gente que vivimos por nuestra industria y pico, y sin entremeternos con el antiguo
refrán: "Iglesia, o mar, o casa real"; tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemos.
Miguel de Cervantes
Aquí pudieras también preguntarme qué gusto o provecho saca el demonio de hacernos matar las criaturas tiernas, pues sabe que, estando bautizadas, como inocentes y sin pecado, se van al cielo, y él recibe pena particular con cada alma cristiana que se le escapa; a lo que no te sabré responder otra cosa sino lo que dice el
refrán: "que tal hay que se quiebra dos ojos porque su enemigo se quiebre uno"; y por la pesadumbre que da a sus padres matándoles los hijos, que es la mayor que se puede imaginar.
Miguel de Cervantes Saavedra
En cuanto á los gigantes y papa-huevos ó enanos, excuso describirlos, que hartas ocasiones habrán tenido mis lectores para verlos y apreciar la exactitud de aquel refrán limeflo que se aplica á los que discurren sobre tema que ignoran:— Este habla como los gigantes, por la bragueta; — pues realmente, ese era el sitio por donde salía la voz del hombre que iba dentro del embeleco de cartón.
A cualquiera persona que es pequeña, ¡oh linda, medio dueña!, por el
refrán le dicen castellano que desde el codo llega hasta la mano; mas en vuestra medida el
refrán peca, que no llegáis del codo a la muñeca.
Francisco de Quevedo
Aquí sea mi hora, si no es verdad que, cuando leí ese concepto, me sentí como sin faja de om- bligo, que dice el refrán, y por mucho que en el terreno d mi consideración literaria tenga al señor González bajo toldo y sobre peana, como reza otro refrán, no quiero que se me moje la pólvora, sin decir al muy galano escritor argentino, que su aforismo no tiene para mí valor de tal.
BERGANZA.—Acuérdome que cuando estudiaba oí decir al precetor un
refrán latino, que ellos llaman adagio, que decía: Habet bovem in lingua.
Miguel de Cervantes Saavedra
Sacó el mozo una bolsilla de brocado, donde dijo que iban cien escudos de oro, y dióselos a la vieja; pero no quería Preciosa que los tomase en ninguna manera, a quien la gitana dijo: -Calla, niña, que la mejor señal que este señor ha dado de estar rendido es haber entregado las armas en señal de rendimiento; y el dar, en cualquiera ocasión que sea, siempre fue indicio de generoso pecho. Y acuérdate de aquel
refrán que dice: "Al cielo rogando, y con el mazo dando".
Miguel de Cervantes Saavedra
En los anchurosos patios, alrededor de inmensas hogueras y diseminados sin orden ni concierto, se veía una abigarrada multitud de pajes, soldados, ballesteros y gente menuda, que éstos aderezando sus corceles y sus armas y disponiéndolos para el combate; aquéllos saludando con gritos o blasfemias las inesperadas vueltas de la fortuna, personificada en los dados del cubilete; los otros repitiendo en coro el refrán de un romance de guerra que entonaba un juglar...