Para no oír llorar a las mujeres y tener que reñirlas las mandé retirar, porque he oído decir que al morir sólo se deben pronunciar las palabras amables.
Antes de pronunciar su decisión definitiva, el tribunal arbitral deberá cerciorarse de que la demanda está bien fundada de hecho y de derecho.
Doña Margarita calló un momento. Al pronunciar las últimas palabras, habíase empañado su voz de plata, y creí que iba a romperse en un sollozo.
¡Que no vuelva a oír yo esta palabra! - ¡No la volveré a pronunciar! -dijo Alicia, apresurándose a cambiar el tema de la conversación-.
Permite al menos, maravilloso Sócrates, que Agatón se coloque entre nosotros dos. -Imposible, dijo Sócrates, porque acabas de pronunciar mi elogio; ahora me toca a mí hacer el de mi vecino de la derecha.
Aunque su corazón clama par él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien que el solo acto de
pronunciar su nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte.
Horacio Quiroga
En esto dicen la verdad, porque el poeta es un ser alado, ligero y sagrado, incapaz de producir mientras el entusiasmo no le arrastra y le hace salir de sí mismo. Hasta el momento de la inspiración, todo hombre es impotente para hacer versos y pronunciar oráculos.
Es atribución exclusiva del Senado: Abrir juicio público a los acusados por la Cámara de Diputados, y pronunciar sentencia con la concurrencia, a lo menos, de las dos terceras partes de votos.
– Voy a referirme a las palabras que acaba de pronunciar el señor Ministro del Interior para expresarle, en primer lugar, que ha dicho las cosas a la inversa de lo que establecen los documentos.
Es por lo tanto, con cierta alarma que noto, en las observaciones que el Honorable Senador me dedicó, falta de claridad no sólo en los juicios, sino también en las bases estrictamente jurídicas de sus argumentaciones, y sentiría que su limpio prestigio de jurista, que jamás debió ser empañado, sufriera los ataques de quién menos se podría esperar: de él mismo, que habría entrado en franca contradicción no sólo con la generosidad y la equidad que debería merecerle un compatriota y colega suyo, no sólo con los principios cristianos que lo obligarían a estudiar, analizar y profundizar un asunto antes de pronunciar sobre su prójimo un juicio de esos que la Biblia llama temerarios...
Terminada esta discusión, se designará un día para pronunciar en sesión pública el veredicto definitivo, lo que se efectuará por votación nominal sobre cada cargo, por sí o por no.
—Hasta mañana, amor —murmuré yo, palideciendo todavía más al decir esto. Porque en ese instante acababa de comprender que no podría
pronunciar esta palabra nunca más.
Horacio Quiroga