- ¿Qué dijo? -preguntó el Capitán general,
profundamente afectado por aquel relato-. - Dijo: «Caballeros, lo que vamos a hacer no lo sabrá nunca Parrón.» - Nunca..., nunca...
Pedro Antonio de Alarcón
Y dicho esto, sílaba por sílaba, suspiró
profundamente, como muy fatigado de haber hablado tanto, y comenzó a roncar de un modo sordo, cual si agonizase.
Pedro Antonio de Alarcón
Al día siguiente, sin embargo, recorrió la picada central por espacio de una legua, y aunque su fusil volvió
profundamente dormido, Benincasa no deploró el paseo.
Horacio Quiroga
Y entré en mi cuarto despacio y
profundamente asombrada de sentirme caminar y de ver lo que veía, porque en ese instante había decidido morir.
Horacio Quiroga
Una finísima lluvia de escalofríos me bañó la médula hasta la cintura. No creo que haya nada más
profundamente lúgubre que un aullido de perro rabioso a esa hora.
Horacio Quiroga
La catástrofe fue ocasión para que se demostrará el afecto y apoyo de la comunidad internacional hacia nuestro país; recibimos brigadas de rescate y apoyos materiales provenientes de 43 países. México agradece profundamente la ayuda recibida, y sobre todo el fraterno y generoso gesto.
Así hablaron los cuatrocientos jóvenes. Entonces cavaron un gran hoyo que descendía profundamente, y después llamaron a Sabio Pez-Tierra.
Y profundamente melancólico, vacilando en los senos de las dificultades y las amenazas de los riesgos, no pudo engañar la atención afectuosa de su mujer, que en su fatiga conoció padecía interiormente las ansias de alguna determinación dificultosa y intrincada.
Cuando Nuestro Señor las hace intérpretes de su pensamiento, leemos más cosas de las que nuestra mente puede contener y nos inclinamos
profundamente, pero las letras son capaces de contenerlas.
Hans Christian Andersen
La señora Wyatt se cubría con un espeso velo y, cuando lo levantó para contestar a mi saludo, debo reconocer que me quedé profundamente asombrado.
Advertí, sentí, y supe, que estaba profundamente enamorado, irrevocablemente enamorado, y ello, aún antes de ver el rostro de la mujer amada.
La cita era a la una, y la noche antes no había yo pegado los ojos. Me dormí, pues,
profundamente. Al dar la una, lancé un grito y desperté.
Pedro Antonio de Alarcón