Del prólogo al libro del mismo título de Leopoldo Pérez, Wáshington Duarte y Rafael Addiego publicado en Montevideo el 14 de mayo de 1946
Luis de Alarcón dice en un prólogo de sus comedias que el público juzga como es gusto y no como es justo; algo semejante ha hecho la Historia Clásica.
La presentación del libro era de Octavio Paz –quien había amparado la publicación en su propia casa editorial– y el prólogo de Guillermo Schmidhuber, mientras que la edición estuvo a cargo de este último con la colaboración de Olga Martha Peña Doria.
1960 Prólogo a la obra titulada "50 años de Revolución". Adolfo López Mateos. Noviembre 30 de 1960 En el escenario de la historia contemporánea, la revolución ocupa un sitio de honor.
Por ejemplo, en el prólogo del autor que encabeza el libro primero de Gargantúa nos dice: “Alcibíades, en el diálogo de Platón que se intitula El Banquete, al elogiar a su preceptor Sócrates, príncipe, sin discusión, de los filósofos...” “¿Creéis por vuestra fe que jamás Homero al escribir La Ilíada o la Odisea pensase la alegoría que calafatearon Plutarco, Heráclides, Ponticua, Eustaquio Fortuno, y de la que le ha desnudado Politian?
El libro cuarto comienza con un largo prólogo a los lectores y después va refiriendo las incidencias de la fantástica navegación hacia el país de Cathay, residencia de la diosa Bacbuc, navegación que va haciendo escalas en islas fabulosas: Medamothi, en donde Pantagruel adquiere algunos unicornios y recibe noticias de Gargantúa, mientras Panurgo juega la famosa mala pasada al mercader de carneros Dindenault; Ennasin, cuyos habitantes tienen extravagantes costumbres; Cheli, con su rey Panigon que acoge cordialmente a los navegantes y en cuya cocina se demora el desenvuelto fray Juan.
Por eso me declaro inhábil, hasta estúpido, para escribir sobre este volumen el prólogo literario que, de mi buena voluntad por complacerlo, ha solicitado usted.
Las galanas espinelas á un médico corcobado, á quien lla- ma ))iá doblado que capa de pobre cuando nueva y más torcido que una ley cuando no quieren que sirva; el sabroso coloquio entre la Muerte y un doctor moribundo; el repiqueteado romance á la bella Anarda, y otras muchas (1) Bate articulo fué encríto para servir de prólogo ¿ la oolección de poesías de Caviedes.
Tiene sobrada razón, como dice Menéndez y Pelayo, el poe- ta colombiano Rafael Pombo cuando, en el prólogo de las poesías de Agripina Montes del Valle, escribe que, en verso castellano, no se ha discurrido tan alta y poéticamente sobre la poesía, como en la composición de la anónima limeña.
En fin: dejando a un lado inscripciones, porque ya esto se parece al prólogo de la primera parte de don Quijote, o a la cena de Fr.
(1935) Libro de Cabildos de la Ciudad de Quito 1573 – 1574. Versión de Jorge A. Garcés G. Prólogo de J. Roberto Paez Secretario del Consejo Municipal.
Bien sé que habiendo sacado de pila á muchos ahijados li- terarios, gallardos unos y deformes otros, debe mi firma, cuan- do aparece en la línea final de un prólogo, inspirar no poca desconfianza al lector.