De mi haciendita y manada un corral y una quintita sólo vi una que otra pita por allí desparramada; ansí es la suerte malvada del que lo azotó el destino.
Fuera de la ciudad es conducido por último de manos de la masa, que piensa desterrarlo entre gran pita, no conociendo bien a aquel que grita.
-Ahá... Y ahora estaban ahí, en las inmediaciones de la hacienda de los Pita Santos, con el moribundo. -¡Ni qui'hubiera apostao conmigo pa'hacermme ganar!
Lentamente -"como proseción en la plaza'e pueblo chico"-, adelantó el uno hasta la casa de los Pita Santos, en cuyo portal hizo alto.
Para esto siembran el algodón que han menester; no se siembra lino ni cáñamo. Pita.- Alguna poca de pita suelen labrar cada uno para sus labores; tienen también algunos ganados.
Sigan con el balance de la güerta y de los quesitos, y métanle a estas placeñas y a las amasadoras los güevos hasta las cachas, y allá verán cómo enredamos la
pita.
Tomás Carrasquilla
Con esto no se propusieron más que enredar la
pita y ganar tiempo; pero eso bastó y sobró para que ganaran un pleito perdido, que ganarlo fue el encontrarse de la noche a la mañana con que ya no había parte contraria que agitase el litigio.
Ricardo Palma
Hace días me presentó a su marido, el Conde de La Pita, capitán de caballería, hombrachón como un roble, hirsuto, de inteligencia de cerrojo, brutal, grosero, jinete insigne, enamorado exclusivamente del arma, como él dice, pero equivocándose, porque al decir el arma, alude a su caballo.
Don Simón Antonio con su gran sombrero de
pita sujeto por el barbiquejo de seda y su manta de hilo con rayas azules, parece sentir también la influencia enervadora de aquel ambiente.
Baldomero Lillo
También se equivoca cuando jura (¡y jura bien!), que para él no hay más creencia que el espíritu de cuerpo; porque también entonces alude al cuerpo de su tordo, que sería su Pílades, si hubiera Pílades de cuatro patas, y si hombres como el Conde de La Pita pudieran ser Orestes.
El tiempo que no pasa a caballo lo da La Pita por perdido; y, en su misantropía de animal perdido en una forma cuasi humana, declama, suspirando o relinchando, que no tiene más amigo verdadero que su tordo.
Cuando pisó la playa se dijo: «pies, ¿para qué os quiero?» y anda, anda, anda, no paró hasta Europa. Anduvo Judas la Ceca y la Meca y la Tortoleca, visitando cortes y haciendo pedir
pita a las treinta onzas del gringo.
Ricardo Palma