En un aparte, ningún animal, por peludo que fuera, escapaba a su ojo certero, y conocía la madre de cada ternero y el ternero de cada vaca.
Por un instinto del gusto, de que no se da cuenta, viste siempre de pardo, y en invierno el paño de sus trajes siempre es peludo.
-(Riendo.) ¡Dejelós que ya aflojaron! David. -¡Animal de pesuña dura, es el peludo! ¡Cha que estás paquete, hermano! ¿Pa quien será tanto lujo?...
Bien podía la nutria echarse a nado, la vizcacha entrar en su cueva, disparar el peludo o volar el cisne, todo era presa segura de las piernas ágiles, las diestras manos, el ojo certero del Guacho.
Chiquito, arrebolado de cutis, bigotudo,
peludo, de voz atiplada y muy tripón, don Atilano pasaba, no obstante, por furioso tenorio, y ni casadas ni solteras se veían libres de sus empresas galantes.
Emilia Pardo Bazán
Cuando lo encontraron duro y amontonado sobre sí mismo, como
peludo, fue imposible arrancarle el bozal que atenazaba contra el pecho con garras de hueso.
Ricardo Güiraldes
Mistress Micawber, por lo que pude ver, también se había preparado para hacer frente al mal tiempo, aunque no había nada superfluo en su vestimenta. A Micawber hijo apenas si se le veía, perdido bajo el traje de marinero más peludo que he visto en mi vida.
Consta, al contrario, que aquella varona no gastó en su vida más arma que la vara de aguijón que le servía para picar a los bueyes y al
peludo rocín en que cabalgaba.
Emilia Pardo Bazán
¡Date prisa, bribón!» A lo que el cochero sólo contestaba: «¡Ay, señorito!...», sacudiendo la cabeza y arreando con las riendas a su caballo, tan peludo como un perro de lanas.
-pregunté, vacilando. Se detuvo, se volvió hacia mí, y, frunciendo el doble
peludo arco de las cejas, rezongó: -Ya, ya, entiendo la sorna...
Emilia Pardo Bazán
Así le decía un cerdo cebado, gordo y lustroso, a un pobre cerdo de campo, puro huesos y cuero peludo, para infundirle el respeto que consideraba serle merecido, por el permiso generosamente otorgado de tomar de su comedera una que otra espiga de maíz.
Estos ya no son, por supuesto, ni se acuerdan que sus padres hayan sido vascos de chiripá, de poncho pampa, de pito delgado y de rebenque grueso, con la tabaquera de vejiga o de cuero peludo arrollado, en la boina azul, guardando en los múltiples bolsillos, cerrados con patacones, del tirador grasiento, los boletos de la marca y de las señales, la papeleta de ciudadano español o francés, y los pesos, ganados a fuerza de sudor y de callos en las manos.