Hacia fines de febrero, el señor Rouault, en recuerdo de su curación, llevó él mismo a su yerno un pavo soberbio, y se quedó tres días en Tostes.
Una mañana el tío Rouault fue a pagar a Carlos los honorarios por el arreglo de su pierna: setenta y cinco francos en monedas de cuarenta sueldos9, y un pavo.
Si lo dudáis, os referiré la aventura de un
pavo, del cual, si se descuida, no quedarían ni huesos, porque los huesos de
pavo son muy gratos a los canes.
Emilia Pardo Bazán
En este
pavo de mi cuento existía, por lo menos, el instinto de conocerse y saber que, inteligencia, no la tenía. Y es cosa poco común, pues la inmensa mayoría de los pavos se juzga muy avisada, y se hincha y robumba de orgullo, por tan ventajosa opinión de sí propia.
Emilia Pardo Bazán
El llamado Cavador de Rostros vino a arrancarles los ojos: Murciélago de la Muerte, vino a cortarles la cabeza: Brujo-Pavo vino a comer su carne: Brujo-Búho vino a triturar, a romper sus huesos, sus nervios: fueron triturados, fueron pulverizados, en castigo de sus rostros, porque no habían pensado ante sus Madres, ante sus Padres, los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes.
Cuando soltaba uno de estos discursos, el bisabuelo se ponía rojo como un
pavo; pero al cabo de un momento reaparecía su afable sonrisa, y entonces decía: -¡Bueno, tal vez me equivoque!
Hans Christian Andersen
Sin embargo, aquella botella no llevaba la indicación «veneno», así que Alicia se atrevió a probar el contenido, y, encontrándolo muy agradable (tenía, de hecho, una mezcla de sabores a tarta de cerezas, almíbar, piña, pavo asado, caramelo y tostadas calientes con mantequilla), se lo acabó en un santiamén.
Os contaré que en la cocina el fuego crepitaba, un pavo se tostaba en el asador, y que de los potes y las cacerolas que había al fuego salía un humo de inmejorable olor.
Como el
pavo insistiese en su demanda, el Nene porfió. La inteligencia, para un
pavo, era igual que la hermosura para una almeja: ¡don inútil, y tal vez hasta funesto!
Emilia Pardo Bazán
-Id al jardín -respondió la vieja-, cortad siemprevivas, eternas, moco de pavo y sangre de dragón; haced con estas flores un cocimiento en la caldera y preparad con él un baño, en el que me meteréis.
Quién se adornó con un pavo real; quién, más positivo, se llenó los bolsillos de provisiones de boca; quién, iluso, más necesitado que nadie, escogió un fusil por todo consuelo, y gritando viva la Libertad y abajo la opresión, se dio a remedar a los soldados.
Las apariencias, sin embargo, eran más tranquilas que nunca, pues Rodolfo había acertado a llevar el adulterio según su capricho; y al cabo de seis meses, cuando llegó la primavera, se encontraban, el uno frente al otro, como dos casados que mantienen tranquilamente una llama doméstica. Era la época en que el tío Rouault mandaba su pavo en recuerdo de su pierna recompuesta.