Mantener un régimen de fuerza continuado, apoyado en una minoría, inevitablemente agudizará el conflicto - oiganme los que están en esta sala- y la división entre los chilenos, y lo más probable –y experiencias hay por montañas-, es que por esta vía se precipite al país en otro régimen de fuerza en sentido contrario, o sea, que el péndulo vaya de un extremo a otro.
Pero ¡no!, nada todavía. Oía el tic tac del péndulo, el ruido del fuego, y a Carlos que respiraba al lado de su cama. «¡Ah, es bien poca cosa, la muerte!
Había encima del reloj de péndulo un pequeño Cupido de bronce que hacía melindres redondeando los brazos bajo una guirnalda dorada.
Todo ello le falta y, por faltarle, su garganta se queja y sus manos se crispan, y sus piececillos van y vienen como un péndulo loco.
¡Tac-tac! Era un reloj de pared con péndulo y las pesas al aire. La tos del fraile, el roncar de la vieja, el soliloquio del reloj, me parecía que guardaban un ritmo quimérico y grotesco, aprendido en el clavicordio de alguna bruja melómana.
Ella hacía muchas confidencias a su perra galga. Se las hubiera hecho a los troncos de su chimenea y al péndulo de su reloj. En el fondo de su alma, sin embargo, esperaba un acontecimiento.
Siguiendo a la metáfora la hebra :Llámanle, el narigón, el nene, el chato :el tramojo, el merengue y de barato, :van
péndulo, panal, bicho y culebra.
Francisco Acuña de Figueroa
Esa cosa que el titular de la UIA decía el otro día del péndulo y que yo lo corregí porque le dije: “Mirá que si el péndulo va muy fuerte, termina convirtiéndose en maza como fue en el 2001 y termina estrellándose contra la pared y derrumbando el edificio”.
En aquella ocasión estaba tan afectada, que necesitó abrir la puerta de la alcoba para tener más sitio, y recorría las dos habitaciones de un extremo a otro, mientras mister Dick y yo, sentados inmóviles al lado del fuego, la veíamos pasar por nuestro lado una vez y otra, con la regularidad de un péndulo de reloj.
Os aseguro que ahora los segundos están fuerte y solemnemente acentuados, y cada uno, al brotar del péndulo dice: "Yo soy la vida, la insoportable, la implacable vida".
El péndulo oscilaba con un sonido grave, monótono y apagado, y cuando el minutero había recorrido toda la esfera y llegaba el momento de marcar la hora, de sus pulmones metálicos surgía un sonido límpido, potente, profundo y muy musical, pero de nota y énfasis tan peculiares que, a cada hora, los músicos se veían obligados a detenerse un momento para escucharlo, lo que obligaba a su vez a quienes bailaban a interrumpir el vals; y se producía un breve desconcierto en la alegría de todos; y, mientras sonaba el carillón, se veía cómo los más frívolos palidecían y los más sosegados por los años se pasaban la mano por la frente como perdidos en ensueños o en meditación.
El reloj de Bornholm, heredado de sus padres, estaba en un rincón, pero las pesas de plomo no subían ni bajaban, ni el
péndulo se movía; el cuclillo, que antaño salía a anunciar las horas, llevaba ya varios años encerrado, silencioso, en su casita.
Hans Christian Andersen