Nada menos prodigioso, sin embargo, que el órgano de Santa Inés, ni nada más vulgar que los insulsos motetes con que nos regaló su
organista aquella noche.
Gustavo Adolfo Bécquer
Todos los ojos se volvieron hacia él, algunos rieron. El organista de la catedral adoptó un aire sombrío y dijo simplemente: ―Bueno, bueno.
otable compositor ecuatoriano, nacido en Cuenca el 8 de noviembre de 1891, hijo único del Profesor Francisco Paredes Orellana, Músico y Organista, Maestro de Capilla y Cantor de la Iglesia Catedral, de San Francisco y de la capillita de los Salesianos; y de su cónyuge Virginia Herrera, que falleció joven en Cuenca.
Gran devoto del zumo de parra, que en tan buen predica- mento para con la humanidad puso el abuelo Noé, era fre- cuente que, para la misa dominical, tuviese el párroco que ir en j ersona á sacar al organista de alguna tracamandana.
-Se cayó a pedazos de puro viejo hace una porción de años. -¿Y el alma del
organista? -No ha vuelto a aparecer desde que colocaron el que ahora lo sustituye.
Gustavo Adolfo Bécquer
Los ca- bildantes, que á la misa cojicurrieron se sulfuraron ante tama- ña irreverencia, y ordenaron al alguacil que, amarrado codo con codo, llevase á la cárcel al tuno del organista, el cual protestaba con esta badajada, propia de un trufaldín: —Dios no entiende de música terrena, y para él da lo mis- mo una tonada que otra.
Pero, vamos, vecina, vamos a la iglesia, antes que se ponga de bote en bote..., que algunas noches como ésta suele llenarse de modo que no cabe ni un grano de trigo... Buena ganga tienen las monjas con su
organista...
Gustavo Adolfo Bécquer
Siempre dice que no es más que un pobre
organista de convento, y puede dar lecciones de solfa al mismo maestro de capilla de la Primada.
Gustavo Adolfo Bécquer
En cuando al organista y a su hija, no se atrevieron a rogarle que se quedase en el pueblo, porque al complacer al cura tenía que renunciar para siempre a Margarita.
Si queréis, yo tocaré el órgano en su ausencia, que si maese Pérez es el primer
organista del mundo, ni a su muerte dejará de usarse este instrumento por falta de inteligente.
Gustavo Adolfo Bécquer
Gracias a su trabajo y a su buen comportamiento, el joven había llegado a ser oficial, y sólo esperaba ganar el grado de capitán para volver a su pueblo y casarse con la hija del organista.
La segunda persona que acudió a la tertulia fue el ciego organista, don Antonio, a par que gran músico y maestro en el órgano, hábil tocador de guitarra, así rasgueando como de punteo.