Mas POPOCATEPETL, encendido en su optimismo amoroso, para calmarse en su espera, tomó un poco de aguamiel de los magueyes y lo bebió pausadamente.
Ya se han cumplido ventiún años de la última conflagración mundial, y diversas publicaciones, en distintos idiomas, celebran el final de la contienda, simbolizado por la derrota de Japón. Existe un clima de aparente optimismo entre los sectores de opinión más dispares.
Aún sin enumerar todos los conflictos que ha habido desde la rendición de Japón, que son muchos, la guerra de Vietnam y la de Corea son suficientes por sí solas de apaciguar tanto optimismo.
La influencia galvanizante del optimismo dejóse ver enseguida en la misma actividad combativa de las guerrillas; diariamente derrochando astucia y denuedo acercábanse ahora los patriotas a la plaza de Montevideo; golosos de aventuras y también (¿por qué no decirlo?) de barbaridades ancestrales.
Hasta ese momento –mediados de la década del treinta del siglo XIX- el optimismo del pensamiento ilustrado se había mantenido incólume, enriquecido desde los años veinte con los aportes de la “Ideología” (Destutt de Tracy) y las iniciales repercusiones de las teorías constitucionales de Bentham.
Quiero agradecer también a la Alta Comisionada para los Derechos Humanos por la infatigable labor que realizó para elevar el nivel de conciencia mundial en torno a la Conferencia y por su tenaz optimismo.
Para facilitar una visión rápida de lo que puede calificarse como panorama general del liberalismo latinoamericano en el siglo XIX, y sin ignorar el desfase histórico e ideológico que se observa en el caso de algunos países y figuras individuales, como sucedió con la tardía maduración del pensamiento liberal en Bolivia y Ecuador (Montalvo), incluimos el siguiente esquema: Liberalismo ilustrado (1810-1830) criollo-terrateniente contractualismo (Rousseau) (fetichismo constitucional) optimismo histórico Liberalismo romántico (1830-1850) pequeño burgués realismo social solidarismo ético rasgos utópicos Liberalismo maduro (1850-1870-80) burgués-democrático realismo social plenamente identificado con el mito liberal.
En ella, simiente sana, deben fertilizarse las lozanías de sus espíritus para que con la claridad de la inteligencia juvenil, con la potencia dinámica de los jóvenes, con el optimismo moral, cristalino e intenso, sin mancha alguna aún, de quienes emergen apenas a la existencia, pueda fructificar en los logros de un mundo nuevo, diferente al conocido.
Que para llegar al desarme general y completo, bajo un control internacional eficaz, habremos de consolidar etapas previas, pero estamos animados de un sereno optimismo.
Hombre, Familia, Patria, Humanidad, son conceptos esenciales e inseparables. Hemos advertido con optimismo los primeros resultados de la reciente reforma electoral.
De este optimismo fundamental brotan las facetas características del pensamiento de Rabelais: absoluta fe en la vida, una fe que su temperamento sano y exuberante convierte en impetuosa alegría de vivir, en instintivo amor hacia toda realidad concreta; indiferencia y horror para todos los dogmas, para todos los fanatismos políticos o religiosos; escepticismo en cuanto a la eficacia de la razón humana y de las doctrinas que con ella se elaboran.
Mucho me ha confiado mi pueblo y sé muy bien que mucho me va a exigir; soy consciente de la enorme responsabilidad que asumo, pero con el optimismo nacido de mi fe en los destinos de México.