El cauto caballero enarcó diez veces las cejas ante esta explicación, quedando muy extrañado de la racionalidad del silogismo. Me pareció notar que el narrador de esta historia le observaba con mirada triunfadora.
Esta serie de cuentos escritos por un Domínguez Hidalgo casi adolescente (1965), con un estilo ágil y directo que hace que el lector vea, como en cinematografía, casi olvidando al
narrador, quien sólo aparece en los irónicos finales, una serie de escenas contundentes que van desmintiendo al discurso oficial del México democrático de varias décadas.
Antonio Domínguez Hidalgo
Uno de mis camaradas, que era un chico con más tras- tienda que una botica y más resabioso que un cornúpeta de lá Rinconada de Mala, interrumpió al narrador diciéndole: —En resumidas cuentas, hermano; si su san Benito es tan poderoso, bien puede competir con Dios, echarle la zancadi- lla y reemplazarlo.
Cuando CUAUHTLATOATZIN, el sabio y fantasioso narrador, vio llegada la hora de la meditación, se despidió de los niños que lo habían escuchado con tanta alegría y divertimiento.
Dommergues) = Érase una vez… (cualquier narrador que se precie en nuestro país de Auvegne debe comenzar así), érase una vez que en el pueblo de Broque-Pou (no lejos de Aurillac había una mujer viuda, pobre y anciana, que vivía con su hijo en un cuartucho miserable.
Don Gerónimo Banda, tan bueno para una trova como para una conseja, sentábase en medio al turbulento círculo y nos refería las escenas de su vida nómada, historias portentosas que escuchábamos maravillados tendido el cuello, conteniendo el aliento, y la vista fija en la masa de blancas barbas que ocultaba la boca del narrador.
Por disimular su emoción, volvió a sacar lumbre y a encender. -Cuando volví en sí -prosiguió el
narrador encendiendo otra vez el cigarro- estab'el padre Inacito encomendándome l'alma.
Tomás Carrasquilla
Pocos días después, una partida penetró a mano armada en el tranquilo pueblecito; y cercando la casita blanca arrebató de ella a Camila y su amante, que fueron traídos a la presencia de Rosas, y pocas horas después condenados a muerte. Un redoble de tambores interrumpió al narrador.
Quien no escarmienta una vez, la segunda demuestra que es completamente menso. Y en otra casa de TENOCHTITLAN, el nene POPOCATZIN también soñaba con su gran maestro narrador de cuentos: CUAUTLATOATZIN.
En otro lugar del antiguo ANAHUAC, el nene TEMILOTZIN dormía muy tranquilo en su TECPAN de TLATELOLCO y como todos los niños de aquellos tiempos, también soñaba con los relatos de CUAUHTLATOATZIN, el gran narrador de fantasías llenas de saberes y experiencia.
Y el mismo santo declara en otro lugar: «En las Sagradas Escrituras es habitual que el narrador presente muchas cuestiones según el modo como en su época se las entendía» (comentario al cap.
El corro en derredor de la mesa había engrosado considerablemente cuando, de pronto, alguien insinuó al narrador: -¡Cuéntenos el asuntito aquel que lo hizo emigrar a la otra banda!