Los shivaístas generalmente tienen barba, ya que no se permite a los dueños tener nada, eso incluye la navaja de afeitar. La barba es también un signo de un estilo de vida nómada y ascética.
Dinastía Zhou (1045-256 a.C.): evolucionando desde el arte Shang, los Zhou crearon un estilo decorativo y ornamentado, de figuras estilizadas y dinámicas, continuando el trabajo en cobre. Una invasión nómada en 771 a.C.
Las repetidas sequías habían acabado con el ganado de este pueblo nómada, que fue obligado a convertirse en sedentario mientras reclamaba al gobierno una solución al problema.
Esta tradición nómada sigue funcionando estacionalmente (véase la trashumancia), como familias de pastores que regresan a la pradera de alta montaña (o jailoo) en el verano.
Otro mito rodea su infancia de ninbo portentoso: hijo de un “nómada de la montaña” y de una especie de vestal, viene al mundo en Azupiranu (“ciudad del azafrán?”).
Lord Wellington hablará de los whigs, el indio
nómada hablará de las panteras; pero iguales penas le acarreará a aquél el concluir con los primeros, que a éste el dar caza a las segundas.
Mariano José de Larra
Su fama de músico le hacía ser llamado por los clavarios de todos los pueblos, y veíasele llegar carretera abajo, siempre erguido y silencioso, con la dulzaina en el sobaco, llevando al lado, como gozquecillo obediente, al tamborilero, algún pillete recogido en los caminos, con el cogote pelado por los tremendos pellizcos que al descuido le largaba el maestro cuando no redoblaba sobre el parche con brío, y que, si cansado de aquella vida
nómada abandonada al amo, era después de haberse hecho tan borracho como él.
Vicente Blasco Ibáñez
De mi existencia nómada volvía por mi cuenta frisando en los cincuenta, muy tarde ya quizá; volvía alegre a España, mas con la duda extraña de que en España nadie me conociera ya.
Don Gerónimo Banda, tan bueno para una trova como para una conseja, sentábase en medio al turbulento círculo y nos refería las escenas de su vida nómada, historias portentosas que escuchábamos maravillados tendido el cuello, conteniendo el aliento, y la vista fija en la masa de blancas barbas que ocultaba la boca del narrador.
No tener ya que pensar en el pago del arrendamiento, esa terrible pesadilla anual, ni en la próxima mudanza, ese trastorno periódico que, muchas veces, es la ruina, que siempre es un atraso, esto basta para que se borren de la mente del criollo los vestigios del instinto nómada, heredado de sus antepasados.
Pero a la sombra de ese régimen, desde hace cuarenta o cincuenta años principió a aparecer el peón forastero, esa masa nómada, sin familia, sin hogar propio, sin lazo social, que recorre las haciendas en busca de trabajo.
retorno a sus orígenes de
nómada que lo fragmenta en su arenaria espera, bajo sábanas sin nadie, eclipse de su extravío, configuración de llama sin oleos sacros y mar que se derrite en el incendio de su alcoba...
Antonio Domínguez Hidalgo