La culebra "equis" i la plaga del mosquito, la falta de alimentación adecuada, el cansancio físico, el terror y las docencias sobrevinientes de la gran tragedia sembraron por doquier la muerte.
-Convenido. -Vete, dijo el mosquito al príncipe, y no olvides las lecciones que has recibido. El joven apresurose a bajar la montaña, proponiéndose no volver a abrir los oídos a los aduladores y recordar siempre que él, tan orgulloso que se creía superior a todos, debía la vida a un mosquito, que había dominado a la más fuerte de las aves; lo que probaba que no hay ser despreciable en este mundo, y que si los grandes merecen ser considerados, también merecen serlo los pequeños.
Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquel 23.24. ¡Guías ciegos, que coláis el
mosquito y os tragáis el camello!
La Biblia (Nuevo Testamento)
umbando a los oídos del pastor, asentándose acá y acullá, picando al caballo en el hocico y a la oveja en el ojo; juntándose en el campo con bandadas de sus compañeros para divertirse en arrear los animales a gran distancia, se iba haciendo el mosquito insoportable a todos.
El Perro del mendigo y el Gato de la Viuda: Aliméntalos y embarnecerás. El Mosquito que hace sonar su canción de Verano Veneno obtiene de la lengua de la Infamia.
Y esta obra de sus manos es tan grande y tan estupenda, que no sólo al que la considerase en el hombre, que es animal racional y por eso el más excelente y aventajado de todos los animales de la tierra, sino en el más diminuto mosquito del mundo, le causará estupor y le hará dar mil alabanzas y bendiciones a su Criador.
Un mosquito pasó zumbando por encima del descalabrado tiesto, y la limaza murmuró: -Águila es este pájaro que por encima del Niágara vuela, sin que le imponga pavor tan asombroso salto de agua.
-Ésa es tan orgullosa como tú, dijo una voz, débil como un zumbido, que resonó pegada al oído del príncipe. Volvió éste la cabeza y vio el mosquito que había velado junto a su cuna para que sus compañeros no le molestaran.
Al mismo tiempo azotó su rostro un fuerte viento producido por el aleteo del águila. El mosquito añadió: -No temas, y aprende. Dicho esto voló hacia el águila y le clavó el aguijón en uno de los ojos.
El águila lanzó un espantoso chillido y se revolvió furiosa contra su enemigo, que por evitar el atropellado movimiento de los párpados se metió dentro de uno de los agujeros de la nariz del ave y comenzó a picarla, con lo cual ella principió a estornudar y a dar vueltas como loca, pegándose fuertes zarpazos en el pico sin lograr otra cosa que ensangrentarse. Cuando la tuvo rendida por el cansancio, el mosquito le dijo: -¿Pactemos?
Pero era un mal ciudadano, un mosquito de bodega: vivía con mujeres alegres, no hacia más que emborracharse, y se había asociado, criminalmente, con partidas de ladrones, que le indujeron a la depravación.
Los cortesanos se marcharon muy mustios; el príncipe metió en su guarda-ropa el traje que le había dado la mujer de la choza, a la que recompensó con esplendidez; y siempre que se sentía tentado por el orgullo recordaba lo que le había pasado en el bosque, la lucha del mosquito con el águila y las palabras que la mujer le había dicho, con lo cual se le pasaban los deseos de ser vanidoso.