La sombra. 118. El granado. 119. El haba y el coco. 120. La morcilla y el gato. 121. El grillo. 122. Las chispas. 123. Los ojos y el llanto.
Mientras pronunciaba estas frases corrió a abrir la ventana y su marido, que la amaba, gritó: -Detente mi querida esposa, te doy permiso para que pidas lo que quieras. -Muy bien, -dijo la mujer- deseo que esta
morcilla caiga al suelo.
Jeanne-Marie Leprince de Beaumont
Y al instante, la
morcilla cayó. La mujer, que era inteligente, dijo a su marido: -El hada se ha burlado de nosotros, y ha tenido razón.
Jeanne-Marie Leprince de Beaumont
Por otra parte el daño compensaba que de tanto gatazo resultaba; pues no estaba segura en sábado
morcilla ni asadura, ni panza, ni cuajar, ni aun en lo sumo de la alta chimenea la longaniza al humo, por imposible que alcanzarla sea, exempto a la porfía en la esperanza, que tanto cuanto mira, tanto alcanza.
Lope de Vega
—Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa
morcilla.
Horacio Quiroga
Era José Dolores Longas un rollete de manteca, mofletudo y cariacontecido; las manos unas manoplas; las muñecas, como estranguladas con cuerda, a modo de
morcilla; las piernas, tronchas y exuberantes, más huevos de arracacha que carne humana: una figura eclesiástica, casi episcopal.
Tomás Carrasquilla
Y murmurando así la tía Simona, deja las almadreñas a la puerta del estragal; cuelga la saya de bayeta con que se cubría los hombros, del mango de un arado que asoma por una viga del piso del desván; entra en la cocina, siempre seguida del chico, con la cesta que traía tapada con la saya; déjala junto al hogar; añade a la lumbre algunos escajos; enciende el candil, y va sacando de la cesta morcilla y media de manteca, un puchero con miel de abejas y dos cuartos de canela; todo lo cual coloca sobre el poyo y al alcance de su mano para dar principio a la preparación de la cena de Navidad, operación en que la ayuda bien pronto su hija, que entra con dos escalas de agua y protestando que «no ha hablao con alma nacía, y que lo jura por aquellas que son cruces...
Esto es para desesperarse. ¡Reniego de ti y de la morcilla, y no quisiese más sino que te se pegase a las narices! No bien lo hubo dicho, cuando ya estaba la morcilla colgando del sitio indicado.
Pero en casa de Jeromo no se engaña a nadie, y la tía Simona alarga media morcilla de manteca a los marzantes; y éstos, después de echar la primera copla, se marchan relinchando de placer.
Si yo empleé mal mi deseo, al menos fue en perjuicio propio, y no en perjuicio ajeno; pero en el pecado llevas la penitencia, pues nada deseo, ni nada desearé sino que se me quite la morcilla de las narices.
-dijo el marido-; no es un hermoso deseo, y sólo nos quedan dos que formular; por lo que a mí respecta, me gustaría que llevaras la
morcilla en la punta de la nariz.
Jeanne-Marie Leprince de Beaumont
La ensalada y salpicón hizo fin: ¿qué viene ahora? La
morcilla, ¡oh gran señora, digna de veneración! ¡Qué oronda viene y qué bella!
Baltasar del Alcázar