Es tan perfecta su presentación, su olor, su sabor y su textura; que genera la misma satisfacción, que una comida bien fecunda. Es por esta razón que en la mesa, de mi Puerto pobre, es el Rey; ya que muchas veces constituye, la única merienda a comer.
Esto sí que es escribir y poner la pluma. ¡Ay, y cómo sabe el señor Carnerero a la hora que se ha de comer la
merienda! La política va en aumento y está derramada con una prodigalidad admirable, y es tal el almíbar que van destilando las palabritas resbaladizas del señor Carnerero por donde pasan, que siempre va tropezando y cayendo; y yo le daría las gracias.
Mariano José de Larra
Por fortuna, el cura de Naya, que en unión del notario de Cebre y el señorito de Limioso nos había acompañado y compartido nuestra
merienda, es un sacerdote de muy desahogado genio, corriente y moliente, aunque, eso sí, virtuoso a su manera como el que más.
Emilia Pardo Bazán
Y cinco años eran transcurridos -repetimos- durante cuyos cinco años jamás había despegado sus labios el señor Pedro refiriéndose a la Topacio para nada que no fuese entonar un himno en su honor, cuando un día, día otoñal, fresco y luminoso, en que parecía reír el cielo azul, el espacio límpido y sereno, el sol ardiente y vivificador; en que alegres bandurrios de mozas y mozos cargados con los cestos de la merienda y la indispensable guitarra, acomodábanse acá y acullá en las desigualdades de los montes o en las hondonadas de los arroyos, para alegrar la vida con algunas horas de solaz y de esparcimiento, sentáronse ambos amigos al pie de uno de los árboles que sombrean la Carrera de Capuchinos, y -¿Qué tiées, que estás triste?
-Que sí, hombre, que la cosa es de las que le agrian a cualquierita la merienda: supóngase usté que al ir yo esta noche a platicar con ella, me la jallé de pico con el Tomatero, el de juego de pelota del Huerto de los Claveles.
Iremos a misa, veremos la iglesia, darános un cuarto, mi tía la ollera. Compraremos dél (que nadie lo sepa) chochos y garbanzos para la
merienda.
Luis de Góngora
Esta debe de ser sin dubda de ellas; mas yo te prometo, acabado el mes, no quede en ella aunque me la den por mía.” Sentéme al cabo del poyo y, porque no me tuviese por glotón, calle la merienda; y comienzo a cenar y morder en mis tripas y pan, y disimuladamente miraba al desventurado señor mío, que no partía sus ojos de mis faldas, que aquella sazón servían de plato.
-Ya se ha dío. ¿Es que venía usté a traerle la merienda? -Pos no, señó, que no venía a eso que usté dice, sino que su comadre de usté es la mar de antojaiza, nunca se le ha antojao que yo venga ni vaya a enterarme de estas cosas, y hoy...
Las personas no ven nunca más allá del umbral. -Hace poco nuestro pequeño partió su
merienda con ella -dijo la mujer del portero-.
Hans Christian Andersen
Jorge había compartido su
merienda con Emilita, y muy a gusto habría compartido también su corazón si ello hubiese podido darle gusto.
Hans Christian Andersen
Cuando los señores catedráticos tenían merienda, que era a menudo, Aquiles era votado por unanimidad presidente de la comisión organizadora...
Se habría dicho un capullo de rosa recién abierto. ¡Y con aquella criatura había partido él un día su
merienda! Ella se la había comido con verdadera voracidad, con un gesto de aprobación a cada bocado.
Hans Christian Andersen