A la derecha un símbolo de los Autos Sacramentales en una alegoría que remata con la cruz, y sembrada de palmas, en cuyas hojas se leerán los títulos de los mejores Autos. La nave del mercader.
«Tendré que hacer algo», pensó el hijo del
mercader, y compró cohetes, petardos y qué sé yo cuántas cosas de pirotecnia, las metió en el baúl y emprendió el vuelo.
Hans Christian Andersen
Allí se les enseñaba a trabajar. El
mercader vendía con excelente ganancia los elefantes domesticados y gorilas. Disponía de varias leguas de selva y de numerosos rebaños de esclavos.
Roberto Arlt
No os pesará. Mi narración es más sabrosa que la pata de camello hervida en leche agria.
Mercader timorato de tus monedas, escucha al Ciego...
Roberto Arlt
Como en sueños, muy lejos, sintió que Mahomet, con mano impaciente, le desgarraba la faja del pecho, y todo se hizo oscuridad en sus ojos cuando el
mercader se apoderó del bulto de rupias indostanas.
Roberto Arlt
Y no dejaré de añadir que hasta hacía pocos años los traficantes de esclavos castigaban a los negros muy rebeldes untándolos con miel y amarrándolos a uno de estos hormigueros. Cargamos el gorila muerto en el viejo camión del
mercader.
Roberto Arlt
-rezongó el
mercader, dirigiéndose a la esclava sin mirarla, porque cuando manejaba le concedía una importancia extraordinaria a esta operación.
Roberto Arlt
— Resuelto a partir estoy.» Súplicas, ayes, caricias y especiosas reflexiones, fueron vanas tentaciones para el alma de don Luis. Y el mercader, comprendiendo que su afán sería inútil, díjole al fin desistiendo: «Sea, pues, como decís.
Y en un abrir y cerrar de ojos se plantó junto a él y soltó tal papirotazo en la nariz al joven mercader que se la puso como el carmín.
Fuíme derecho al mercado, mas no bien puse allí el pie ¿con quién diréis que topé? Con el mercader pasado. Asióme con mil extremos, y a fuerza o de voluntad metióme por la ciudad: Venid, dijo, y hablaremos.
Yo entré en el escritorio del almacén como si nada hubiera sucedido. Desde entonces mis relaciones con el
mercader fueron odiosas.
Roberto Arlt
Sirvieron profusamente los más gustosos manjares, con danzas y con cantares acrecentando el placer: y encomiándole lo mucho que el de don Luis le interesa, los honores de la mesa le iba haciendo el mercader.