Eran ángeles los caballeros. ¡Niños chicos, cantad en el prado, Horadando con risas al viento! Es la noche de luna menguante. ¡Escuchad!
Para tener larga cabellera había que hacérsela cortar estando la Luna creciente en Virgo; y para conseguir que el pelo no creciera pronto, esperar á la Luna
menguante en Libra.
Ricardo Palma
La reina a Solís llevóse, y el rey abrió con presura el balcón, cual si quisiese gozar del aura nocturna; y el trono, cetro y corona maldiciendo en voces mudas, ojos de lágrimas llenos clavó en la
menguante luna.
Ángel de Saavedra
Y suspiras: «¡Adiós!» y en el tranquilo azul donde cada astro es como un broche de trémulo cristal, hallas asilo, mientras surge el menguante y con su filo guillotina la testa de la noche...
En ella hay una cueva llamada de las Tres Estrellas y la Luna Menguante, dentro de la cual habita un inmortal que responde al nombre de venerable Subodhi.
El día nace sonriendo... Borra el alba la noche alarmante, como quien corrige una errata, y en el cielo cabecea el menguante como una góndola de plata.
Año lluvioso, échate de codos. En año bueno, el grano es heno, y en año malo, la paja es grano En menguante de enero corta tu madero.
Don Pedro, un cordobés que de todo entiende y sin cuyo consejo no hace nada el Vasco, vino a ver ayer la majada; declaró que estos corderos ya eran gente y que siendo el tiempo lo más favorable, había que aprovechar para la operación el menguante de la luna; y, bien pronto supieron los vecinos que en esta casa hospitalaria habría pasteles, cordero y vino para todos los conocidos que se presentasen a ayudar en el trabajo.
Y al notar que poco a poco la luz
menguante y confusa del crepúsculo confunde la escena que le circunda, piensa ya ver de la muerte la terrible sombra, en cuya oscuridad para siempre corre a hundirse, y se atribula.
Ángel de Saavedra
Y bailaron y cantaron hasta el anochecer en lucubraciones maravillosas. La luna, la plateada y pobretona luna de
menguante, adornaba el cosmos mostrando con desgano su blanca desnudez.
Antonio Domínguez Hidalgo
El perro la tenía guerra declarada y la ladraba hasta desgañitarse; y lo más chistoso era que creía intimidarla, pues cuando la luna estaba en el cuarto menguante y perdía su redondez hasta desaparecer, decíase que se había espantado de sus ladridos y que no se atrevía a asomarse por encima de las montañas.
Si quieres saber quién es el chiquichanca, derrama el agua. No hay mejor menguante que el hacha por delante. Ni mujer, aunque mala, que no rece, ni saludar a pobre que enriquece.