Esta circunstancia, tan fuera de la moda, me lla- mó la atención, y dije al amigo: — Tengo curiosidad de saber quién es esta señora de la mantilla.
Silla con mantilla que tome desde la cruz a la mitad del anca, será azul como las tapas fundadas, y ambas llevarán vivo encarnado.
Mas ella, antes que la asieran, cesando un punto en su duelo, así habló, el rostro lloroso hacia Martínez volviendo: "Contigo se fue mi honra, conmigo tu juramento; pues buenas prendas son ambas, en buen fiel las pesaremos." Y la faz descolorida en la mantilla envolviendo, a pasos desatentados salióse del aposento.
No sé cuál es el mejor, pero sí escribo: «Un público sale por la tarde a ver y ser visto; a seguir sus intrigas amorosas ya empezadas, o enredar otras nuevas; a hacer el importante junto a los coches; a darse pisotones y a ahogarse en polvo; otro público sale a distraerse, otro a pasearse, sin contar con otro no menos interesante que asiste a las novenas y cuarenta horas, y con otro, no menos ilustrado, atendidos los carteles, que concurre al teatro, a los novillos, al fantasmagórico
Mantilla y al Circo olímpico».
Mariano José de Larra
En la misma operación la siguieron otras compañeras y algunos hombres; y en muy pocos instantes quedó la mantilla medio cubierta por las monedas de cobre.
Al que no quiera habas, tres guisos al día. Yo tocarme la mantilla con una que tuviese nota, eso no. Con esas que una se junta que le dé y no le quite.
Y la que le dirigía levantó por el costado derecho su sayal azul, metió la mano en una anchísima faltriquera que apareció encima del refajo encarnado, sacó cuatro piezas de a dos cuartos y las arrojó sobre la mantilla.
-Que con la mantilla dejaría usted de ser un tipo lindísimo y de pura raza santanderina, para confundirse con la vulgaridad de las señoritas más o menos cursis.
—¿No se acuerda usted de mí? Y se acercó, descubriéndose un poco la cabeza que se tocaba con una mantilla de aldeana navarra. Yo vi un rostro arrugado y unos ojos negros, de mujer enérgica y buena.
-A rial para los dolientes -volvió a exclamar la voz de la presidenta, con la mayor tranquilidad. Algunas piezas de a dos cuartos cayeron sobre la mantilla.
Pequeño y la forma arqueada el pie nervioso y breve y pálida y hoyuelada la blanca mano de nieve. La mirada traviesa con lumbre vívida brilla bajo de la blonda espesa de la española
mantilla.
José Asunción Silva
Oyéronse en la sala fuertes murmullos por algunos instantes, y un marinero contestó después muy recio: -Quince hombres y veinte mujeres. -Enestonces, debe haber en la mantilla...