Llevaban ambos su empeño Con tan resuelto teson Que ella seguia en prision Y el rey de la torre dueño. Por mas que madrugador Llegaba todos los dias A su puerta, en sus porfías Nunca el rey iba mejor.
San Pedro brincó del lecho, y asomando la cabeza por el ventanillo, vio que el que llamaba era un viejecito acompañado de un gato. -¡Vaya un
madrugador!
Ricardo Palma
La persiana de cristal que anoche tejió la escarcha en tu cámara nupcial rompe de un soplo, ¡y en marcha! Ya no triste soliloquia el nocturno ruiseñor, y el gorrión
madrugador llama a misa en la parroquia.
Manuel Gutiérrez Nájera
penas está amaneciendo, y de cada uno de los ranchos que, como manchitas obscuras aún, salpican la extensa Pampa, sube en rosca azulada el humo del fuego madrugador.
Elvira, al fin, alzó la cabeza, e hizo un gesto de negación, un solo gesto..., pero tan expresivo y trágico, que el
madrugador Tenorio se desvió, viendo allí un dolor grande, algo terrible, sin duda, una historia seria, distinta de aquel dulce y ligero devaneo que iniciaba.
Emilia Pardo Bazán
Subercasaux se levantaba generalmente al aclarar; y aunque lo hacía sin ruido, sabía bien que en el cuarto inmediato su chico, tan
madrugador como él, hacía rato que estaba con los ojos abiertos esperando sentir a su padre para levantarse.
Horacio Quiroga
Sabe ya el muchacho que su pariente es hombre muy bueno, pero muy delicado para el trabajo, muy madrugador y activo; que la estancia se compone de cuatro leguas, en las cuales pacen como seis mil ovejas, tres mil vacas y quinientas yeguas; y con estos datos y otros más, no puede menos que combinar, en su cabeza, a pesar de la realidad que tiene, por todas partes, a la vista, un cuento de las mil y unas noches sobre la fortuna prodigiosa y las riquezas de su tío, primo o no sabe qué.
Pero el nene seguía en invierno tan
madrugador como en verano, y Subercasaux se levantaba achuchado a encender el primus y preparar el café.
Horacio Quiroga
Vuestra viuda, airada entonces, velos sutiles corrió a un retablo de hermosura, que, fulminando rigor, me dijo: «La cortesía, hidalgo madrugador, agradeciera, a venir no con tanta prevención.
Y sacó el reloj más delicioso que Breguet había hecho en su vida. -¡Toma! ¡si son las once! hoy he estado madrugador. -¡Madrugador! dijo la señora Grandet.
Era muy temprano todavía, apenas aclaraba, los gallos cantaban por la segunda vez, pero dormitaban todavía sin pensar en levantarse. Don Ruperto era muy madrugador; le hubiese parecido una vergüenza estar en la cama todavía cuando se apagaba el lucero.
l sol apenas entreabre con sus dedos de oro la cortina rosada de los vapores matutinos, cuando ya por el agujero abierto en el techo de paja del rancho, una columnita de humo azul desenrosca lentamente sus graciosas espirales. El criollo es madrugador.