Es decir, que mientras los amantes apuran la
luna de miel para dar entrada a la de hiel, podemos echar, lector carísimo, el consabido parrafillo histórico.
Ricardo Palma
No es del todo exacto aquello de que estado cambia cos- tumbres; porque, después de la luna de miel, que no fué larga, volvió Juan Pérez á sus casi olvidadas harpa y copa, pasán- dose las noches de turbio en turbio, como cuando era solte- ro, en las jaranas, y siempre entre participio y gerundip, es decir, bebido y bebiendo.
Atónita, sin creer lo que oía, la niña optó por sonreír a su vez, imaginando que se trataba de una broma de
luna de miel..., broma algo chocante, algo inconveniente...; pero ¿quién sabe?
Emilia Pardo Bazán
Su
luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia.
Horacio Quiroga
Gouraud decidió apresurar su matrimonio con la solterona y convertirse así en dueño de la casa, prometiéndose desembarazarse -gracias a la influencia que ejercería sobre Silvia durante la luna de miel- de Betilda y Celeste Habert.
Francisco Larrauri, al dar cuenta del despacho, leyó al alcalde un recurso de Landázuri, en el cual se querellaba éste de la mala vecindad que le daba una parejita de recién casados, que solían asomarse a la ventana y ponerse pico con pico como paloma y palomo, despertando así el apetito del zaragozano, quien, para libertarse de tentaciones y de que lo asaltasen pecaminosas ideas, exigía que la justicia mandase cambiar de domicilio al amoroso y enamorado matrimonio que tan pública ostentación hacía de las dulzuras de la
luna de miel.
Ricardo Palma
Al día siguiente tomó «La Golondrina» para ir a Rouen a consultar al señor León; y se quedó allí tres días. CAPÍTULO III Fueron tres días llenos, exquisitos, espléndidos, una verdadera luna de miel.
e parecía una cosa extraña una vez pasada la luna de miel y cuando nos quedamos solos en nuestra casita Dora y yo, libres ya de la deliciosa ocupación del amor.
Sola en su retrete, cambiaba el blanco cendal y la corona de azahar con el velo azul de un lindo sombrerito de paja para marcharse con su novio en el coche que esperaba en la puerta a pasar su luna de miel en las poéticas soledades de una huerta.
Fue a pedir a la vizcacha le prestase su casa para la noche de las bodas; y la otra, bonachona, consintió, pasándose a vivir en casa de una parienta, para no turbar la luna de miel de su huésped.
l salir de la iglesia, antes de regresar a casa, almorzar y cambiarse de traje para emprender el camino de Lisboa, donde pasarían la primera quincena de
luna de miel, los novios se dirigieron en coche al Asilo-Escuela de párvulos.
Emilia Pardo Bazán
Sabido es cuán poco amables son las relaciones ordinarias entre los casados después de una corta luna de miel; pues las relaciones amorosas han de parecerse necesariamente a las otras, peor aún, porque se ha de hacer acto de amor, de cariño, de complacencia y de condescendencia entre personas indiferentes o que se odian.