De un rincón pende una cuna, a manera de
hamaca, formada de un costal, y en la cuna descansa el cuerpo de un niño envuelto en harapos de dudoso color.
Ricardo Flores Magón
Aquella noche, por primera vez desde hacía mucho tiempo, apagaron la luz que iluminaba la ventana; míster Peggotty se balanceó en su vieja hamaca, y el viento gemía como otras veces alrededor de su cabeza.
Nunca vio el rayo que raja a la renegrida nube, ni ve al gusano que sube, ni al fuego del sol que baja. Ningún temor en el seno de la pobrecita cabe, pues que se
hamaca ―no sabe― entre el fuego y el veneno.
Estanislao del Campo
Arregló su cuarto de acuerdo con sus propios gustos, substituyendo la cama por una hamaca, como se usa en los barcos, decorando los muros con herrumbradas pistolas y cuchillos de abordaje de procedencia extranjera.
De mi paseo por las calles arenosas de San Juan de Tuxtlan conservo una impresión somnolente y confusa, parecida a la que deja un libro de grabados hojeado perezosamente en la hamaca durante el bochorno de la siesta.
Tuve el presentimiento de la desgracia el día 23 de setiembre a las 16 horas, momento en que permanecía recostado en la
hamaca del primer puente del buque "Blue Star", mirando caer la tarde sobre el puerto de Antofagasta.
Roberto Arlt
estaríamos durante las siestas acostados en una
hamaca, bajo los cocoteros, mientas que los negros nos ofrecerían naranjas partidas.
Roberto Arlt
Al mismo tiempo salpicábame a la cara el agua de rosas que por la noche dejara en el balcón a serenar -¡Arriba!... ¡Arriba!... Me eché de la hamaca. Viéndome ya en pie, huyó velozmente alborotando la alcoba con sus trinos.
¡Quién tendrá dichas mayores Que privar en los amores Por bonita, Dormir en lecho de grana Y llamarse la sultana Favorita! ¡Respirar en el calor Entre jazmines en flor Aura leda, Mecerse medio dormida Sobre hamaca entretejida De oro y seda!
Hacía estas suaves consideraciones, mientras el pastor le explicaba a mi primo en qué radicaba la superioridad de los sajones sobre los latinos, cuando, de pronto, el reverendo, como si se encontrara en el camino de Damasco y se le apareciera la figura de Jesucristo, se puso de pie, estiró el brazo y luego cayó atónito sobre su
hamaca.
Roberto Arlt
Sopor. Ganas de acostarse en una
hamaca paraguaya durante un siglo. Deseos de dormir como los durmientes de Efeso durante ciento y pico de años.
Roberto Arlt
Reclinada ésta en su hamaca, y jugueteando una de sus manos con los cristales del riachuelo, abismábase en la suave indolencia que presta un país abrasado, y balanceándose colgada de los árboles, parecía la imagen de un tierno pensamiento, flotante como una aureola, en la fantasía de alguna virgen.