Fray Ambrosio asomó en lo alto, alumbrándose con un velón: Vestía el cuerpo flaco y largo con una sotana recortada, y cubría la temblona cabeza con negro gorro puntiagudo, que daba a toda la figura cierto aspecto de astrólogo grotesco.
En ella el autor reivindica el hecho de poder ser cristiano sin necesidad de formar parte de la jerarquía eclesiástica, representada por el bonete, versión española de la parte de la indumentaria religiosa consistente en un gorro para la cabeza denominado birreta.
¿Y por quién sino por tu gloria, oh, Libertad, tanto prodigio? Águila, Sol y
Gorro Frigio llenan la americana historia. Y en lo infinito ha resonado, júbilo de la humanidad, repetido el grito sagrado: ¡Libertad!
Rubén Darío
El duendecillo cogió el libro maravilloso que estaba sobre la mesa y, metiéndoselo en el
gorro rojo lo sujetó convulsivamente con ambas manos: el más precioso tesoro de la casa estaba a salvo.
Hans Christian Andersen
Luego se dirigió, corriendo por el tejado, a la punta de la chimenea, y allí se estuvo, iluminado por la casa en llamas, apretando con ambas manos el
gorro que contenía el tesoro.
Hans Christian Andersen
Al colocarlo en el ataúd no le cubrieron la cabeza con aquel
gorro; tenía otro, blanco y limpio. ¿Dónde estaban ahora las lágrimas que había llorado?
Hans Christian Andersen
Vivíamos en casa del cura, un señor incapaz de reposo, que apenas terminaba su misa ensillaba el macho para visitar a los compañeros de las vecinas parroquias, o empuñaba la escopeta, y con balandrán y
gorro de seda, salía a despoblar de pájaros la huerta.
Vicente Blasco Ibáñez
Justamente así iba vestido los días de fiesta el viejo Antón, uno de los solterones más empedernidos de la calleja; sólo que en vez del sombrero alto llevaba una capucha, y debajo de ella un
gorro de punto, un auténtico
gorro de dormir.
Hans Christian Andersen
Por fin se acostaba, conservando puesto el
gorro; se lo calaba hasta los ojos, y unos momentos después volvía a levantarlo, para cerciorarse de que la luz estaba bien apagada.
Hans Christian Andersen
El cocinero está haciendo un pastel, y recortando en figura de flores los nabos y las zanahorias, y le devolvió a la lavandera el
gorro, porque tenía una mancha que no se veía apenas, pero, «¡hoy, hoy, señora lavandera, el
gorro ha de estar sin mancha!» Piedad no sabía, no sabía.
José Martí
La primera era la criada, con el delantal de rizos de los días de fiesta, y la cofia de servir la mesa en los días de visita: traía el chocolate, el chocolate con crema, lo mismo que el día de año nuevo, y los panes dulces en una cesta de plata: luego venía la madre, con un ramo de flores blancas y azules: ¡ni una flor colorada en el ramo, ni una flor amarilla!: y luego venía la lavandera, con el gorro blanco que el cocinero no se quiso poner...
Los primeros tienen capa o capote, aunque haga calor; echarpe al cuello y
gorro griego o gorra si son hombres; si son mujeres,
gorro o papalina, y un enorme ridículo; allí va el pañuelo, el abanico, el dinero, el pasaporte, el vaso de camino, las llaves, ¡qué más sé yo!
Mariano José de Larra