-¡Demonio! ¿Y por esa friolera se apura usted? ¡Me ha denegado a mí el
Gobierno tantas instancias! -Ya no soy Condesa ni Generala...
Pedro Antonio de Alarcón
Esa conquista del trabajo de muchos años, ese fruto de las lágrimas de nuestras mujeres y de la sangre de nuestros conciudadanos, ese premio de la energía y de la perseverancia de nuestros políticos y del pueblo, esa base de nuestras instituciones, del buen gobierno y del orden público, es mercancía que se compra y que se vende, materia que se falsifica, tema de una burda y siniestra comedia.
¡Yo soy tan Condesa como la del Montijo y tan Generala como la del Espartero! -Tienes razón; pero hasta que el
Gobierno resuelva en este sentido el expediente de tu viudedad, seguiremos siendo muy pobres...
Pedro Antonio de Alarcón
Es esa moralidad, esa alta moralidad, hija de la educación intelectual y hermana del patriotismo, elemento primero del desarrollo social y del progreso de los pueblos; es ella la que formó en un Washington; es ella la que condujo a nuestra República al primer rango entre las naciones americanas de origen español y que se personalizó en ciertos tiempos, no en un hombre sino en el gobierno, en la administración, en el pueblo de Chile.
He aquí lo que dice en su obra De las conspiraciones y la justicia política, página 166: “¿Qué hará el Gobierno que ve agitarse bajo su mano la sociedad mal administrada?
Inhábil para gobernarla, intentará castigarla. El Gobierno no ha sabido realizar sus funciones, emplear sus fuerzas. Entonces, pedirá que otros poderes cumplan una tarea que no es suya, le presten su fuerza para un uso al cual no está destinada.
Y como el poder judicial se halla vinculado a la sociedad mucho más íntimamente que cualquier otro, como todo desemboca o puede desembocar en juicios, tal poder tendrá que salir de su esfera legítima para ejercerse en aquélla en que el Gobierno no ha podido bastarse a sí mismo.
¿Qué resultados ha producido en la práctica esa laboriosa y trascendental reforma? El desaparecimiento del gobierno y de los servicios locales y una vergüenza nacional.
En todos aquellos lugares en que la política ha sido falsa, incapaz y mala, se ha requerido a la justicia para que actuara en su lugar, para que se comportara, según motivos procedentes de la esfera del Gobierno y no de las leyes, para que abandonara finalmente su sublime sede y descendiera hasta la palestra de los partidos.
Pero la sabiduría más excelsa y más bella es la que preside al gobierno de los Estados y de las familias humanas y se la denomina prudencia y justicia.
Pues bien, mi querido Capitán, sépalo usted todo... Ayer tarde vino mi procurador, y me dijo que el
Gobierno había decretado en contra el expediente de mi viudedad.
Pedro Antonio de Alarcón
El señor Neruda.- ¡Esto es lo que deseaban provocar! ¡Totalitarismo! ¡Las órdenes del Gobierno! El señor Martínez Montt (Presidente).- Se va a repetir la votación.