Que se la... Que no... Que le pegaron... Que ya... Que todavía no... Que
fulano... Que zutano... Que mengano... Que perengano...Que... ¡Oh!
Antonio Domínguez Hidalgo
enir a aumentar el número de los vivientes, ser un hombre más donde hay tantos hombres, oír decir de sí: «Es un tal
fulano», es ser un árbol más en una alameda.
Mariano José de Larra
«La suerte me ha sido favorable, ya que favor llama el mundo a que le coloquen a uno donde todos le vean y le puedan zarandear a su capricho; y no extrañes que no te lo haya participado, porque entre las atenciones de mi destino, me olvido hasta de mí propio. «Reconociéndote la deuda que me citas, es ahora, como siempre, tu amigo que te quiere, Fulano de Tal «P.
Y usted, que no conocía a semejante persona, se devanaba los sesos inútilmente por averiguar quién era, hasta que el otro, extrañándose de tanta torpeza, le decía que el señor de Viruta era Fulano de Tal.
Con motivo de una provisión de curatos, cierto clérigo que vivía muy pagado de su persona y méritos, envidioso de que se hubiera favorecido a otro con un buen beneficio de los de segunda nominación, le dijo al obispo: -Probablemente su señoría no sabe qué casta de pájaro es
Fulano.
Ricardo Palma
En tiempo de elecciones, todo ciudadano de club se cree con derecho para estampar en el blanco lienzo de pared su profesión de fe política. No hay calle en la que escrito con añil o carbón no se lea: «¡Viva
Fulano!
Ricardo Palma
El muchacho, siempre en la duda de qué significaría su título de «blasfemo», resignábase con su suerte, sin sospechar que se publicaban periódicos con sueltos escritos por los mismos interesados en que se hablaba del gran servicio prestado el día anterior por el cabo
Fulano «y fuerza a sus órdenes», prendiendo al terrible criminal conocido por el Groguet.
Vicente Blasco Ibáñez
Diariamente, y aun tratándose de ministros de Estado, oímos decir en la conversación familiar: «¿Quién? ¿
Fulano? ¡Si ese hombre no tiene calzones!
Ricardo Palma
En vano se le observaba: "Benito, ¡estamos los tres invitados a un baile!" "Me presentarán". "¡Vamos a una comida a casa de
Fulano!" "Comeré".
Miguel Cané
en una taberna; pero a los pocos días quiso su desgracia que asomase por allí los bigotes uno de sus sayones, y otra vez a la cárcel, para que pudiera publicarse con fundamento la consabida gacetilla sobre el terrible Groguet y el inmenso servicio del cabo
Fulano «y fuerza a sus órdenes».
Vicente Blasco Ibáñez
Sentado detrás del escritorio sobre la tarima nos llamaba por nuestro apellido con un “Fulano, pase a la pizarra”, nunca tuteaba aunque, en rigor, sus alumnos de entonces éramos niños; nos juzgaba con justicia.
No me admitió hoy Fulano, habiendo admitido a otros, o no escuchó mis razones, o en público se rió de ellas; no me llevó en el mejor lugar, sino en el peor, con otros algunos sentimientos de esta calidad, a los cuales no sé qué otro nombre poder dar sino quejillas de ánimo mareado, en que siempre caen los delicados y dichosos; porque a los que tienen mayores cuidados no les queda tiempo para reparar en semejantes impertinencias.