vaya, figúrese usted si será varapalo que se pueda bizmar con la
flema de usted, cuando no sólo está en letra de molde, sino en letra bastardilla.
Mariano José de Larra
Carbajal se desciñó con toda
flema la vaina de la espada (pues la hoja la había entregado a Pedro Valdivia al rendírsele prisionero), y alargándola al mercader le dijo: -Pues, hermanito, tome a cuenta esta vaina, y no me vengan con más cobranzas: que yo no recuerdo en mi ánima tener otra deuda que cinco maravedises a una bruja bodegonera de Sevilla, y si no se los pagué fue porque cristianaba el vino y me expuso a un ataque de cólicos y cámaras.
Ricardo Palma
Fulano Landázuri, el litigante cócora, no le quedaba otro camino que el de recurrir al Consejo de Indias, y eso era gastadero de muchísima plata, tiempo y
flema, se conformó con lo decidido por la Audiencia, satisfizo treinta reales vellón por costas, y (como ustedes lo oyen) sin más reconcomios, derechito, derechito, se fue...
Ricardo Palma
¿No es eso? ¿Qué dice usted?" Y al verse el hombre acosado, me dice con mucha
flema que se lo dirá a la tía... y que esa es la su sistema..., "que ya vería..., que ya vería..."
José María Gabriel y Galán
El marido, la matrona y las vecinas calificaron de brujo a ño Cabrera, y hoy mismo no hay quien le apee el mote de Chirote el brujo, a lo cual contesta él con mucha
flema: -Merecido lo tengo.
Ricardo Palma
El diablo se les ha metido en el cuerpo: no puede ser por menos -pensaba para sí la infeliz, que no iba descaminada en la presunción, y acercándose al Uñas largas lo tomó del poncho, diciéndole: -Pero, señor, vea usted que se matan... -¿Y a mí qué me cuentas? -contestó con gran
flema el Tiñoso-. Yo no soy de esta parroquia...
Ricardo Palma
Fulano de Tal, de Tal y de Tal. Y vomitó hasta una docena de apellidos. A lo que el fraile contestó con mucha
flema: -Pues Sr. D.
Ricardo Palma
No me tocó ni me jodió nunca, ni una sola vez me arremangó: se levantaba del sillón con tanta flema como pasión había demostrado, tomaba su bastón y se marchaba diciendo que yo se la meneaba muy bien y que había comprendido perfectamente sus gustos.
Lope de Aguirre se alzó del suelo, llamó al ver- dugo, y le dijo con mucha flema:— Ahora mismo, ahórcame á este fraile marrullero.
Tiremos un peso al aire para ver quién gana la mano de la marquesita. — Convenido, general— contestó Sandes con la genial flema irlandesa.
Pero nuestros cuatro atletas, curtidos por todos sus excesos, se entregaron a éstos con su flema acostumbrada, y las cuatro cagadas fueron tragadas sin que se vertiese por ninguna parte ni una sola gota de semen.
Hablaban con un tono discutidor y gritón, como si estuvieran engolfados en algún asunto importante, en lugar de la acostumbrada flema y soñolienta tranquilidad de antaño.