Eran cadencias de gozo, la risa fresca del villancico, que huele a tomillo de monte, entremezclada con un alboroto de gorjeos de pájaros, y los pastores empezaron a bajar de la montaña, cantando su tonadilla, llevando corderos, cestillos de frutas, tocando zampoñas, empujándose para llegar más presto. Con ellos, la
estrella, majestuosa, caminaba.
Emilia Pardo Bazán
Artículo 4°- Los símbolos nacionales son los que han presidido por más de cien años las luchas cubanas por la independencia, por los derechos del pueblo y por el progreso social: la bandera de la estrella solitaria; el himno de Bayamo; el escudo de la palma real.
Ella estará lejos. Ella estará, tal vez, mirando a la cristalina estrella que mirábamos llorando. ¡Qué no diera, qué no diera yo por saber si ella piensa, mirándome, en la quimera de nuestra pasión intensa!
Comprende que su amor es imposible, que el mar la acopia en su convulso seno, y se contempla en el cristal movible del monstruo azul, en que retumba el trueno. Y, al descender tras de la sierra fría, le grita el mar: «¡en tu fulgor me abraso!» ¡no desciendas tan pronto, estrella mía!
Así hablaban cuando miraban, cuando invocaban la vuelta del alba, allá en donde el sol se levanta, contemplando a Luna-Sol gran estrella que antes de la salida del sol ilumina en el cielo, sobre la tierra, el camino de los hombres construidos, de los hombres formados.
Brilló una
estrella fugaz, y en el mismo instante los pensamientos del niño se trasladaron desde los vapores del suelo a las alturas, junto al brillante meteoro.
Hans Christian Andersen
Muñecas que parecían personas vivientes -nunca había visto el árbol cosa semejante- flotaban entre el verdor, y en lo más alto de la cúspide centelleaba una
estrella de metal dorado.
Hans Christian Andersen
Tenía los ojos grandes y rodeados de un sombrío cerco de pestañas negras, en cuyo fondo brillaba el punto de luz de su ardiente pupila como una
estrella en el cielo de una noche oscura.
Gustavo Adolfo Bécquer
De tu insigne linaje saldrá aquella amiga de las letras y del arte, a quien no sé si tengo más por bella o más por sabia y casta que alabarte; la espléndida Isabel, radiante estrella que con su luz alumbrará la parte que baña el Mincio, río entre floresta al que el nombre la madre de Ocnos presta; »donde disputará con su consorte en lid de gran honor y gran regalo quien de los dos con más amor soporte y aprecie las virtudes frente al malo.
No sería mucho que hubiese la Historia aprendido esta fábula de la poesía, o que los aduladores de César, que después de su muerte le hicieron dios, afirmando que su alma la vieron arder estrella, le añadiesen por adherentes de divinidad estos prodigios.
Es lumbre de lanterna, que turba y deslumbra a quien la mira y pone en ella los ojos; es luciérnaga que, mirada de lejos, se juzga estrella, y acercándose y asiéndola, se halla gusano que se enciende en resplandor con la escuridad, y se apaga con la luz.
como cumbre sin altura... como abismo sin precipicio... como día sin sol... como noche sin
estrella... como alma sin alma... —Pues no me explico, mano.
Antonio Domínguez Hidalgo