Al compararse con la hormiga, preguntose qué era ella si el león era el rey de las selvas. Y mientras así discurría, vio avanzar con torpes movimientos un escarabajo.
En efecto, el escarabajo pasó al lado de la hormiga, y ésta cerca de aquél, y uno y otro siguieron su camino sin que hubiese nada, emprendiendo de nuevo el suyo la limaza.
-¡Impostura! -¡Es redonda como la coraza de un
escarabajo! Y en ronda, uno por aquí, otro por allá fueron a arrancar de los muros pedazos de arabescos, rubíes grandes como una naranja, rojos y chispeantes como un diamante hecho sangre, y decían: -¡He aquí!
Rubén Darío
¿No sería mejor hacer alarde de devorar a dañadoras fieras, o ya que resistencia hallar no quieras, cebar tus uñas y tu corvo pico en el frío cadáver de un borrico?» Cuando el
Escarabajo así decía, la Águila con desprecio se reía, y sin usar de más atenta frase, mata, trincha, devora, pilla y vase.
Félix María Samaniego
Supo el
Escarabajo el caso todo: astuto e ingenioso hace de modo que una bola fabrica diestramente de la materia en que continuamente trabajando se halla, cuyo nombre se sabe, aunque se calla, y que, según yo pienso, para los dioses no es muy buen incienso.
Félix María Samaniego
177 La sartén. 178. El carrillo. 179. El Ave-María. 180. Murciélago. 181. Escarabajo. 182. Cebolla gallega. 183. La sartén. 184. La gallina.
Poco ama a su patria el que no se alegra y goza de todo esto. -Bien se ve que no han estado nunca en la cuadra del Emperador -interrumpió el
escarabajo-.
Hans Christian Andersen
Por todo eso le pusieron al caballo del Emperador herraduras de oro, una en cada pie. Y el
escarabajo se adelantó: -Primero los grandes, después los pequeños -dijo-, aunque no es el tamaño lo que importa.
Hans Christian Andersen
-¿Qué quieres? -le preguntó el herrador. -Herraduras de oro -respondió el
escarabajo. -¡No estás bien de la cabeza! -replicó el otro-.
Hans Christian Andersen
-¡Pues sí, señor! -insistió, terco, el
escarabajo-. ¿Acaso no valgo tanto como ese gran animal que ha de ser siempre servido, almohazado, atendido, y que recibe un buen pienso y buena agua?
Hans Christian Andersen
Lo que yo sé es que esto es un desprecio que se me hace -observó el
escarabajo-, es una ofensa; abandono el servicio y me marcho a correr mundo.
Hans Christian Andersen
Las Cutres, podré decir, tenían una fealdad innoble, repulsiva, de
escarabajo pelotero, y al escribir, siento que las palabras no dan la impresión de los aspectos físicos.
Emilia Pardo Bazán