JULIÁN Diga po allá que me aguarden. CENTURIÓN A usté le toca cumplir, que su cuento nos prosiga. JULIÁN Deje entonar la barriga y ya lo verán salir.
En fin, con las jóvenes de más edad, se instruía tanto, haciendo día por día progresos, en la práctica de alabar al Señor, que ninguna la precedía en las vísperas, ni era más sabia que ella en la ley de Dios, ni más humilde, ni más hábil en entonar los cánticos de David, ni más graciosa en su caridad, ni más pura en su castidad, ni más perfecta en toda virtud, ni más constante, ni más inquebrantable, ni más perseverante, ni más adelantada en la realización del bien.
El pesar que me fatiga se cambie en delicia amiga que me halague el corazón; y pueda lleno de gozo, de alegría, de alborozo, entonar grata canción.
Sé que comentando mi conducta, fuera mucha la malicia, grande la piedad, pero yo volviérame a casa contenta y entonando el canto que hoy temo
entonar.
Vicenta Castro Cambón
l comenzar esta primera página, ruego al coro del Helicón que venga a mi alma para entonar el canto que recientemente consigné en las tablas, sobre mis rodillas —una lucha inmensa, obra marcial llena de bélico tumulto— deseando que llegue a oídos de todos los mortales cómo se distinguieron los ratones al atacar a las ranas, imitando las proezas de los gigantes, hijos de la tierra.
Cuando le retaban, o el doctor Quinche, médico del Colegio, le decía que era un animal, lo que ocurría con regularidad y justicia todos los días, su único consuelo era, así que la borrasca se ausentaba bajo la forma del doctor Quinche,
entonar su eterno e inocente estribillo.
Miguel Cané
El Manco, llorando de gozo y orgullo por la dicha y buenas prendas de su «rapacina», bebió el mejor vino de toda su vida y pronunció el mejor discurso de su larga carrera política, enardeciendo o regocijando al estruendoso auditorio con las derrotas de la patria y las victorias del amor, no terminando, según costumbre, con un furioso réspice a los jesuitas, por hallarse presente el párroco, circunstancia que aprovechó el orador insigne para entonar inspirado canto apologético a la «santa religión de nuestros mayores».
-¡No, hermanito coyote!- Interrumpió alarmado el perro viejo. -¡No se te ocurra entonar tus preciosos aullidos en este momento, porque podría ser fatal para ti!
Rehusamos, pues, lo que se llama en el día literatura entre nosotros; no queremos esa literatura reducida a las galas del decir, al son de la rima, a entonar sonetos y odas de circunstancias...
Tú puedes acabar con nuestros tormentos; nosotros somos ánimas en pena condenadas a bailar y a cantar desde la medianoche hasta el día, y así seguiremos hasta que seamos capaces de entonar un cántico de alabanza al Señor.
Y cinco años eran transcurridos -repetimos- durante cuyos cinco años jamás había despegado sus labios el señor Pedro refiriéndose a la Topacio para nada que no fuese entonar un himno en su honor, cuando un día, día otoñal, fresco y luminoso, en que parecía reír el cielo azul, el espacio límpido y sereno, el sol ardiente y vivificador; en que alegres bandurrios de mozas y mozos cargados con los cestos de la merienda y la indispensable guitarra, acomodábanse acá y acullá en las desigualdades de los montes o en las hondonadas de los arroyos, para alegrar la vida con algunas horas de solaz y de esparcimiento, sentáronse ambos amigos al pie de uno de los árboles que sombrean la Carrera de Capuchinos, y -¿Qué tiées, que estás triste?
Para tratar de ganarme su benevolencia, dado que con tu amistad siempre estoy cumplido, como por nuestra tierra se dice, doy principio a mi primera y acaso única misiva desde aquí, previniéndote que no voy a entonar himnos a la civilización francesa, ni a detallarte la vida íntima de la Francia entera, ni a describirte el carácter verdadero de sus hijos, ni a comentar su influencia política y militar sobre las demás naciones del mundo.