á Valladolid y yo á Guanajuato, para que levantado tropas y cañones, pudiésemos auxiliarnos mútuamente segun que se presentase el enemigo: puse á V.
Miraba tranquilamente a los nuestros, lo mismo que al enemigo, y desde lejos se adivinaba en su continente que no se le acercarían impunemente.
Enardecido por la facilidad con que echaba por tierra a enemigos invisibles que intentaban detenerlo, cometió el error táctico, bastante frecuente, de proseguir su avance hasta un extremo peligroso, y se encontró por fin al borde de un arroyo, ancho pero poco profundo, cuyas rápidas aguas le impidieron continuar adelante, a la caza de un enemigo derrotado que acaba de cruzarlo con ilógica facilidad.
En un hecho, todo cuyo honor me atribuyeron los generales, fue él quien me salvó la vida. Viéndome herido, no quiso abandonarme, y nos libró a mí y a mis armas de caer en manos del enemigo.
Continúaba, eso sí, por terquedad aragonesa, más que por otra cosa, diciéndose su mortal
enemigo, y hablándole con aparente acritud y a voces, como si estuviera mandando soldados; pero sus ojos la seguían y se posaban en ella con respeto, y si por acaso se encontraban con la mirada (cada vez más grave y triste desde aquel día) de la impávida y misteriosa joven, parecían inquirir afanosamente qué gravedad y tristura eran aquéllas.
Pedro Antonio de Alarcón
Y porque dije de mortuorios, Dios me perdone, que jamás fui enemigo de la naturaleza humana sino entonces, y esto era porque comíamos bien y me hartaban.
de que en la mañana de ayer, a las seis y media, se avistaron humos que, reconocidos por el vapor Loa, resultaron ser del enemigo.
El funcionario que por adulación o por interés compromete los derechos populares es tan perverso y vil como el militar que se dejase corromper por el dinero del enemigo.
¡Cambiaría el morrión por la boina, odiando como odiaba mortalmente a los facciosos! A la sazón nos hallábamos en el Principado, a tres leguas del
enemigo.
Pedro Antonio de Alarcón
Angustias y su madre, al ver derrotado a su
enemigo, habían procurado dos o tres veces llamarle la atención, a fin de calmarlo o consolarlo con su mansa y benévola actitud, pero él les había contestado por medio de rápidos y agrios gestos, muy parecidos a juramentos de venganza, tornando en seguida a su patriótica música con expresión más viva y ardorosa.
Pedro Antonio de Alarcón
De otro modo, abandonada esta preciosa ciudad la mas interesante del reino, ó si somos derrotados en ella por el enemigo, ¿que será de Valladolid, de Zacatecas, Potosí y de los pueblos cortos?
Debemos realizar una tarea de tipo general que tenga como finalidad táctica sacar al enemigo de su ambiente obligándolo a luchar en lugares donde sus hábitos de vida choquen con la realidad imperante.